Benedictus Africanae
La visión que occidente tiene de África es moralista y fantasiosa. Occidente siempre ha querido ver al África desde muy arribita. Digamos: desde el balcón VIP de un lujosísimo y dubaiesco Faro de Alejandría –mientras toma el té y lee a Tintin y mata con mira telescópica cosas vivas como leones o niños y también opositores de multinacionales, por qué no.
Nada en este sentido debe sorprendernos, por ejemplo que Ratzinger emprenda su cruzada tercermundista invitando a las negras a la virginidad. Es todo parte de esa misma mirada literaria con que África es percibida. Una mirada que ya en sí misma es una expoliación. Incluso versiones no colonialistas del África –como la conradiana de El Corazón de las Tinieblas, o algunas narrativas promovidas por el altruismo televisivo– adolecen de cierta esquina de patetismo que no necesariamente concuerda con la realidad africana.
Lo cuál no quiere decir que la realidad africada no sea patética por derecho propio. Sólo en lo que respecta al HIV/SIDA, las estadísticas nos hablan de 25 millones de infectados. En un contexto como éste, no deja de dar cierta pena que Ratzinger diga que los condones agravan el problema del VIH. Uno puede esperar un comentario como ése de un compañero de la oficina luego de seis o siete chibolas en el Portalito, pero no del máximo jerarca de la iglesia antes de realizar su primer viaje apostólico al continente con mayor crecimiento católico del mundo. Sólo le faltó hablar de los baños fríos, por Dios. Y quien sabe, a lo mejor se disponía a hacerlo. Algún asesor despierto, previendo un monumental descuido, se lo habrá impedido, con gran sutileza. Recordándole al anciano, muy cerca al oído, el sensible tópico de la crisis de agua dulce en África
–especialmente en regiones subsaharianas…
(Columna publicada el 26 de marzo de 2009.)
Nada en este sentido debe sorprendernos, por ejemplo que Ratzinger emprenda su cruzada tercermundista invitando a las negras a la virginidad. Es todo parte de esa misma mirada literaria con que África es percibida. Una mirada que ya en sí misma es una expoliación. Incluso versiones no colonialistas del África –como la conradiana de El Corazón de las Tinieblas, o algunas narrativas promovidas por el altruismo televisivo– adolecen de cierta esquina de patetismo que no necesariamente concuerda con la realidad africana.
Lo cuál no quiere decir que la realidad africada no sea patética por derecho propio. Sólo en lo que respecta al HIV/SIDA, las estadísticas nos hablan de 25 millones de infectados. En un contexto como éste, no deja de dar cierta pena que Ratzinger diga que los condones agravan el problema del VIH. Uno puede esperar un comentario como ése de un compañero de la oficina luego de seis o siete chibolas en el Portalito, pero no del máximo jerarca de la iglesia antes de realizar su primer viaje apostólico al continente con mayor crecimiento católico del mundo. Sólo le faltó hablar de los baños fríos, por Dios. Y quien sabe, a lo mejor se disponía a hacerlo. Algún asesor despierto, previendo un monumental descuido, se lo habrá impedido, con gran sutileza. Recordándole al anciano, muy cerca al oído, el sensible tópico de la crisis de agua dulce en África
–especialmente en regiones subsaharianas…
(Columna publicada el 26 de marzo de 2009.)
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