'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







De unos zapatos


Señores: habrá que comenzar por lo primero, y lo primero son los zapatos. Mejor si nuevos, pero eso no siempre se puede. Cada año me regalo para Navidad de mí para mí un par de tennis ultrablandos de esos que le musican a uno los pasos por dentro. Tennis de viejito, qué se entiende. Pero ni modo que este año no me los pude comprar. Y quién. La tribu está atribulada por tanta crisis y por tanta maldita guerra. ¿Cómo se sentirá caminar descalzo entre el cadaveral de palestinos?

No queda más remedio que renunciar a los nuevos, ultrablandos tennis de viejito. Se hace mucho más fácil el sacrificio luego de ver cómo un periodista honorable lanza al florido Bush su calzado, con lo cuál comprendo que los tiempos piden zapatos duros, y entre más duros mejor. Ese periodista iraquí logra volver poner de moda ya no solamente un tipo particular de zapato sino al Zapato en sí, al refuncionalizarlo en un impulso politíco–estrambótico, que es a la vez cándido–poético.

Me quedo con mis tennis viejos. No les guardo ningún rechazo, en realidad. En realidad los encuentro bastante bellos. Van Gogh halla una gran belleza heideggeriana en un par de zapatos campesinos, y yo encuentro una gran belleza heideggeriana en mis nike municipales.

Nuevos o apaleados, hay que amarrase los zapatos, porque hay que caminar. Y los huevos. Amarrarse los zapatos y amarrarse los huevos son dos actividades enérgicas que van perfectamente de la mano. Con los zapatos firmes y con una firme determinación nos embarcamos en las aguas friks del 2009. A mí en lo personal me esperanza el hecho de que el ya mencionado florido Bush –factótum mundial durante una década– se va finalmente del Despacho Oval, en cuya alfombra mullida deambuló no pocas veces la muerte.


(Columna publicada el 8 de enero de 2009.)

2 comentarios:

BELMAR dijo...





«¿Qué es el ser humano sino un niño
descolgándose del trapecio celeste?»


Belmar

Maurice Echeverría dijo...

Belmar dijo bien.

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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