'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El surfer


La sala de espera del centro de diagnóstico cuenta con un televisor, en donde corre uno de esos mismos videos que ponen a veces en los bancos para entretener a los que hacen fila.

Videos de perros haciendo malabarismos; virtuosos del yoyo; personas cayéndose torpemente... En la pantalla, ahora, un surfer progresa a toda velocidad a lo largo de una ola brillante, bajo un impecable cielo azul.

Los rostros de las personas –esperando acaso compungidos los resultados de algún examen delicado– son duros y son intensos. De vez en cuando una señora, entrada en años, suspira. Se nota que está enferma. Algo triste y sucio y amarillo se ha encriptado en su piel.

Hay un niño también. Primero es el niño quien mira a la señora y luego es la señora quien mira al niño, y en el niño crece entonces un miedo a morirse como nunca ha sentido alguno. A lo mejor ella recoge este instante de pavor, porque su mirada se hace de hecho más fría, más acuchillante.

No es que la señora sea una mala persona, es sólo que está cansada, y sobre todo está brava: hoy por la mañana ha tenido que ver de nuevo a ese doctor que tanto detesta (su hijo la obligó a hacerlo con un contundente: “te vestís y te callás”). Y el doctor la recibió con el mismo trato expeditivo, malhumorado, insensible de siempre. Un momento de gran humillación.

La señora vuelve a buscar al niño con la mirada, pero el niño ya la ha olvidado, y ahora está absorto viendo al surfer sobre la ola perfecta. Entonces la señora sube la mirada y mira la pantalla radiante, el mar resplandeciendo como un pedazo de eternidad. Hasta que su hijo, que estaba hasta ahora recogiendo los exámenes, aparece y dice, secamente: “ya estuvo”. Ella se levanta.

Y el niño –que también en ciertas mañanas vomita sin quererlo– decide que, cuando sea grande, va a ser surfer.


(Columna publicada el 30 de octubre de 2008.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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