Que viva Cardenal
Ernesto Cardenal, un gran hombre, acosado por Ortega, un pequeño hombre. Ortega ha congelado las cuentas de Cardenal, orientando un juicio artero (un juicio que por demás ya estaba cerrado) en contra del poeta nicaragüense. Hay ciertos dictadorzuelos de catre subtropical que confunden su poder con el poder de Napoleón durante la Batalla de los Tres Emperadores. Y Cardenal con 83 años, carajo. Pero sigue diciendo la verdad, y Ortega, como se sabe, es radicalmente alérgico a la misma.
Cardenal no es meramente importante como poeta, sino tanto y también como criatura espiritual, y como revolucionario. Pero lo más interesante es cómo le ha dado a estas actividades un aspecto profundamente consubstancial, unitivo, místico, y trinitario.
Como poeta, por supuesto me parece fenomenal su enfoque exteriorista, en donde la realidad –tractores, olores– surgen con intensa, crasa inmediatez, sin hipocresía simbólica. Cardenal, después de Darío, o junto a él, es el gran poeta nicaragüense.
Como hombre religioso, creo que su devoción es un ejemplo para todos, y celebraré siempre su amistad trapense con Thomas Merton, empezada en Gethsemani (Merton para mí representa un guía poderosísimo, aún sin ser yo católico). Lean ustedes Cántico Cósmico, si no lo han hecho, y podrán ver por cuenta propia la seriedad espiritual de Cardenal.
Y claro, allí está el compromiso, la teología de la liberación, todo eso. La puteada que le metió el Papa Juan Pablo II... Recordemos a la vez la responsabilidad de Cardenal durante varios años como Ministro de Cultura, establecido el sandinismo, del cuál se distanció naturalmente luego.
La solidaridad con Cardenal se ha dejado sentir como una gran cólera: han firmado su protesta formal grandes personalidades, y entre ellos no pocos escritores, y entre ellos gente enorme como Gelman, Saramago, Galeano. Me uno –sin merecerlo, está claro– a estas voces. ¡Que viva el Padre Cardenal!
(Columna publicada el 18 de septiembre de 2008.)
Cardenal no es meramente importante como poeta, sino tanto y también como criatura espiritual, y como revolucionario. Pero lo más interesante es cómo le ha dado a estas actividades un aspecto profundamente consubstancial, unitivo, místico, y trinitario.
Como poeta, por supuesto me parece fenomenal su enfoque exteriorista, en donde la realidad –tractores, olores– surgen con intensa, crasa inmediatez, sin hipocresía simbólica. Cardenal, después de Darío, o junto a él, es el gran poeta nicaragüense.
Como hombre religioso, creo que su devoción es un ejemplo para todos, y celebraré siempre su amistad trapense con Thomas Merton, empezada en Gethsemani (Merton para mí representa un guía poderosísimo, aún sin ser yo católico). Lean ustedes Cántico Cósmico, si no lo han hecho, y podrán ver por cuenta propia la seriedad espiritual de Cardenal.
Y claro, allí está el compromiso, la teología de la liberación, todo eso. La puteada que le metió el Papa Juan Pablo II... Recordemos a la vez la responsabilidad de Cardenal durante varios años como Ministro de Cultura, establecido el sandinismo, del cuál se distanció naturalmente luego.
La solidaridad con Cardenal se ha dejado sentir como una gran cólera: han firmado su protesta formal grandes personalidades, y entre ellos no pocos escritores, y entre ellos gente enorme como Gelman, Saramago, Galeano. Me uno –sin merecerlo, está claro– a estas voces. ¡Que viva el Padre Cardenal!
(Columna publicada el 18 de septiembre de 2008.)
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