La glándula infinita
La poesía debería de ser un ejercicio espiritual de gran pureza, no una nigromancia para conseguir una reputación o una identidad. Lamentablemente, no hay poeta que no use en algún momento la poesía para fines cicateros y personales. Yo lo he hecho infinidad de veces: resulta de ello siempre una verdadera catástrofe neural, y un desencanto respecto a todo lo que tiene ver con el oficio de las letras.
No se trata de convertirse programáticamente en poeta, sino de columbrar con gran naturalidad al poeta que uno ya es y que uno ha sido desde que brotó zonzo y sangriento de las entrañas de la propia madre. Los poemas más valiosos no son por fuerza ésos patricios destinados a cumplir con una pretenciosa agenda artística –una Obra– sino acaso esos poemas que sencillamente se dieron, en el instante improbable. Puede sí que los otros sean mejores –es más: seguramente son mejores– pero la poesía no debería siempre coincidir con esa anfetamínica moralidad estética, que a menudo sólo interesa a personas por demás intolerables.
Poemas “naturales”, poemas “sin libro”, los he escrito en noches de insomnio, o por pasar el rato en suaves tardes, o yendo en bus a cobrar un cheque, o cuando estaba letalmente aburrido, o viajando.
He decidido subir estos poemas al internet, no por traicionar su condición bastarda, atomizada, y vagabunda, sino para verlos jateaditos, como a veces se colocan los charitas en noches de frío. Los he reunido en un espacio titulado “La glándula infinita” (la dirección: http://glandulainfinita.blogspot.com/). Por favor, siéntanse libres de visitar. Y si todavía les queda un tiempito, pueden leer otro conjunto personal de poemas, “Setenta y dos ángeles tullidos”, en la siguiente dirección: http://setentaydosangelestullidos.blogspot.com.
Verso a verso voy haciendo mi olvido.
(Columna publicada el 2 de octubre de 2008.)
No se trata de convertirse programáticamente en poeta, sino de columbrar con gran naturalidad al poeta que uno ya es y que uno ha sido desde que brotó zonzo y sangriento de las entrañas de la propia madre. Los poemas más valiosos no son por fuerza ésos patricios destinados a cumplir con una pretenciosa agenda artística –una Obra– sino acaso esos poemas que sencillamente se dieron, en el instante improbable. Puede sí que los otros sean mejores –es más: seguramente son mejores– pero la poesía no debería siempre coincidir con esa anfetamínica moralidad estética, que a menudo sólo interesa a personas por demás intolerables.
Poemas “naturales”, poemas “sin libro”, los he escrito en noches de insomnio, o por pasar el rato en suaves tardes, o yendo en bus a cobrar un cheque, o cuando estaba letalmente aburrido, o viajando.
He decidido subir estos poemas al internet, no por traicionar su condición bastarda, atomizada, y vagabunda, sino para verlos jateaditos, como a veces se colocan los charitas en noches de frío. Los he reunido en un espacio titulado “La glándula infinita” (la dirección: http://glandulainfinita.blogspot.com/). Por favor, siéntanse libres de visitar. Y si todavía les queda un tiempito, pueden leer otro conjunto personal de poemas, “Setenta y dos ángeles tullidos”, en la siguiente dirección: http://setentaydosangelestullidos.blogspot.com.
Verso a verso voy haciendo mi olvido.
(Columna publicada el 2 de octubre de 2008.)
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