Los generales oscuros
Hoy en día eso de la transmisión literaria se ha devaluado bastante, en parte porque estamos viviendo una era de desacralización –de descreimiento, de soberbia– por parte de los poetas salientes, y en parte porque ya no hay, es la verdad, Nerudas o D´Annunzios para alumbrar el camino. Los gigantes o están muertos o es como si lo estuvieran. Por fortuna, siempre habrá una excepción notable a toda regla, y la que sobre todo es preciso citar aquí es la de Gelman.
Juan Gelman sigue produciendo magisterio poético y conculcando escuela en las nuevas generaciones. En él como en nadie las potencias del lenguaje están vivas. Lo admirable es cómo Gelman siguió adelante escribiendo, a pesar que la vida –esa puta nazi– lo puso en el embudo más negro.
Pero no fue tanto la vida quien allí lo puso sino ellos, los generales oscuros de un nefando ´76 (que tienen apellidos y por las mañanas salen a correr, por orden del cardiólogo, orden inútil por demás, pues jamás tuvieron corazón). Fueron ellos quienes secuestraron a sus dos hijos y a su nuera, además embarazada. A su hijo Marcelo –digamos por favor su nombre: Marcelo– le zamparon un plomazo en la nuca y lo enviaron en un tonel con cemento al fondo de un río. A la nuera la llevaron clandestinamente a Montevideo y allí murió, imaginen cómo, y su nieta fue dada a una pareja uruguaya, a la usanza del Plan Cóndor.
Gelman entonces no sólo nos ha regalado un magisterio poético, sino además un magisterio acerca de lo humano y respecto a la dignidad y sobre la memoria. En la entrega del Premio Cervantes, este año, dijo: Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas.
(Columna publicada el 22 de mayo de 2008.)
Juan Gelman sigue produciendo magisterio poético y conculcando escuela en las nuevas generaciones. En él como en nadie las potencias del lenguaje están vivas. Lo admirable es cómo Gelman siguió adelante escribiendo, a pesar que la vida –esa puta nazi– lo puso en el embudo más negro.
Pero no fue tanto la vida quien allí lo puso sino ellos, los generales oscuros de un nefando ´76 (que tienen apellidos y por las mañanas salen a correr, por orden del cardiólogo, orden inútil por demás, pues jamás tuvieron corazón). Fueron ellos quienes secuestraron a sus dos hijos y a su nuera, además embarazada. A su hijo Marcelo –digamos por favor su nombre: Marcelo– le zamparon un plomazo en la nuca y lo enviaron en un tonel con cemento al fondo de un río. A la nuera la llevaron clandestinamente a Montevideo y allí murió, imaginen cómo, y su nieta fue dada a una pareja uruguaya, a la usanza del Plan Cóndor.
Gelman entonces no sólo nos ha regalado un magisterio poético, sino además un magisterio acerca de lo humano y respecto a la dignidad y sobre la memoria. En la entrega del Premio Cervantes, este año, dijo: Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas.
(Columna publicada el 22 de mayo de 2008.)
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