Ostrakon
Hay que buscar los orígenes del ostracismo en la antigua Atenas, en donde los miembros de la Asamblea depositaban en una vasija rota (ostrakon) el nombre del político que deseaban desterrar.
Por supuesto, el ostracismo, más que un mecanismo para garantizar la inoculación de los excesos de poder, es un medio de cultivar la hegemonía del mismo. Hasta la fecha sigue dándose, y hay que ver en los recientes eventos en torno al diputado Mario Taracena una prueba de ello.
Y bueno, no trato de justificar a Mario Taracena, de eso no va la columna. Pero sí quiero destacar que no son sanos algunos de los argumentos con los cuales se le pretende enfriar su práctica política. Porque incluso se le ha tildado, parece, de loco. Lo cuál es ya ostracismo a la enésima potencia. Locos estamos todos, y bastaría ponernos una cámara encima durante todo un día para ratificar este punto.
A veces las calladas masas desesperadas no se callan, sino moralizan a la cola de los artículos publicados en internet, en la sección de comentarios.
También se le ha tildado a Taracena de carecer de elegancia, de vulgar. Pero yo he visto hablar a las princesas… y se lo que quieren en la cama. No me trago ni por un segundo ese fariseísmo de guante blanco. Mi punto es que en este caso la estética no precede a la ética, y que habrán otros diputados que merecen aún más el Purgatorio.
Al momento de escribir esta nota (martes) no se aún en que va a parar lo del llamado Tribunal de Honor. En fin, me voy a regar las plantas, que ya van dando signos de decadencia.
(Columna publicada el 29 de mayo de 2008.)
Por supuesto, el ostracismo, más que un mecanismo para garantizar la inoculación de los excesos de poder, es un medio de cultivar la hegemonía del mismo. Hasta la fecha sigue dándose, y hay que ver en los recientes eventos en torno al diputado Mario Taracena una prueba de ello.
Y bueno, no trato de justificar a Mario Taracena, de eso no va la columna. Pero sí quiero destacar que no son sanos algunos de los argumentos con los cuales se le pretende enfriar su práctica política. Porque incluso se le ha tildado, parece, de loco. Lo cuál es ya ostracismo a la enésima potencia. Locos estamos todos, y bastaría ponernos una cámara encima durante todo un día para ratificar este punto.
A veces las calladas masas desesperadas no se callan, sino moralizan a la cola de los artículos publicados en internet, en la sección de comentarios.
También se le ha tildado a Taracena de carecer de elegancia, de vulgar. Pero yo he visto hablar a las princesas… y se lo que quieren en la cama. No me trago ni por un segundo ese fariseísmo de guante blanco. Mi punto es que en este caso la estética no precede a la ética, y que habrán otros diputados que merecen aún más el Purgatorio.
Al momento de escribir esta nota (martes) no se aún en que va a parar lo del llamado Tribunal de Honor. En fin, me voy a regar las plantas, que ya van dando signos de decadencia.
(Columna publicada el 29 de mayo de 2008.)
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