Vulcanología
Desde el hostal (y lo mejor es subir al techo directamente, por la metálica escalerilla en espiral) se aprecia una visión excelente, me refiero a los tres volcanes.
El Volcán de Fuego carece de vegetación en la cumbre, y va exhalando sus densidades, sus espesores, sus insaciables eructos. A un lado, el Acatenango, con sus casi cuatro mil metros, un templo al cuál los peregrinos–montañistas acuden con devoción, para apartarse de las bajas regiones de lo cotidiano, y escrutar esa coordenada inexpresable en donde la tierra se vuelve aire. Más allá, el Volcán de Agua, Hunahpú, preparando su Segunda Ira, y ya sabemos que toda auténtica vendetta está hecha de paciencia y siempre –lo saben algunos sutiles terroristas, lo saben ciertos personajes de Shakespeare– se sirve fría.
Es muy tonto que el volcán no forme parte de nuestros símbolos patrios. Con la ayuda de un volcán como referente metafórico, podríamos hacer lo que se nos diera la gana. El volcán es lo sereno y lo irracional, lo pasivo y lo activo, anima y animus, totalidad inexpugnable. Un volcán es eterno, aún siendo provisional. Pero preferimos un símbolo patrio que está en peligro de extinción. De eso está hecho nuestro imaginario.
Por otro lado, quizá es mejor que el volcán no figure entre nuestros símbolos patrios, pues ya nos habríamos encargado de arruinar su fuerza a fuerza de amaneramientos. De hecho, la relación que tenemos hoy con los volcanes es completamente amanerada. Hemos utilizado los volcanes meramente para recrear nuestra vista, en un sentido burdamente paisajístico –el volcán como postal, como evasión. Shelley en contraposición a Nietzsche. Eso lo explica muy bien Bachelard en uno de los ensayos de El aire y los sueños, en donde habla de “psiquismo ascensional”.
“Shelley y Nietzsche”, dice Bachelard, “son dos genios que, en una misma patria aérea, han adorado dioses opuestos”.
(Columna publicada el 7 de febrero de 2008.)
El Volcán de Fuego carece de vegetación en la cumbre, y va exhalando sus densidades, sus espesores, sus insaciables eructos. A un lado, el Acatenango, con sus casi cuatro mil metros, un templo al cuál los peregrinos–montañistas acuden con devoción, para apartarse de las bajas regiones de lo cotidiano, y escrutar esa coordenada inexpresable en donde la tierra se vuelve aire. Más allá, el Volcán de Agua, Hunahpú, preparando su Segunda Ira, y ya sabemos que toda auténtica vendetta está hecha de paciencia y siempre –lo saben algunos sutiles terroristas, lo saben ciertos personajes de Shakespeare– se sirve fría.
Es muy tonto que el volcán no forme parte de nuestros símbolos patrios. Con la ayuda de un volcán como referente metafórico, podríamos hacer lo que se nos diera la gana. El volcán es lo sereno y lo irracional, lo pasivo y lo activo, anima y animus, totalidad inexpugnable. Un volcán es eterno, aún siendo provisional. Pero preferimos un símbolo patrio que está en peligro de extinción. De eso está hecho nuestro imaginario.
Por otro lado, quizá es mejor que el volcán no figure entre nuestros símbolos patrios, pues ya nos habríamos encargado de arruinar su fuerza a fuerza de amaneramientos. De hecho, la relación que tenemos hoy con los volcanes es completamente amanerada. Hemos utilizado los volcanes meramente para recrear nuestra vista, en un sentido burdamente paisajístico –el volcán como postal, como evasión. Shelley en contraposición a Nietzsche. Eso lo explica muy bien Bachelard en uno de los ensayos de El aire y los sueños, en donde habla de “psiquismo ascensional”.
“Shelley y Nietzsche”, dice Bachelard, “son dos genios que, en una misma patria aérea, han adorado dioses opuestos”.
(Columna publicada el 7 de febrero de 2008.)
4 comentarios:
vos maurice! hasta ahorita consegui el libro de "conjura de los necios" nadie lo tenia hasta ahora que lo trajeron en sophos... ya lo voy a comenzar a leer. suerte en todo!.
Tremenda noticia! Teología y geometría! m.
Hasta ahora que fui a Xela, y tipico que tenia que darme una vueltesita por el parque, a un costado del Centro Cultural la venta de periodicos de todo tipo desde amarillistas (Nuestro Diario y demas que son los que mas abundan) hasta el Diario de Centroamerica con sus monotonos acuerdos y decretos. Me llamo la atencion El Quetzalteco, hace mas de un año que no lo leia, asi que compre uno y me puse a buscar tu columna de opinion, al no hallarla me acerque nuevamente con el vendedor de periodicos de esa esquiena (dicen que lleva mas de 25 años de vender ahi) y le pregunte sobre tu columna y si todavia escribias para dicho diario, con lo cual me respondio "yo no se ustee yo solo vendo periodicos, apenas y los ojeo". Asi que me quede con esa duda... ¿ya no escribis para El Quetzalteco? ¿hace cuanto?... suerte y saludos de tu asiduo lector (asiduo mas no obsesivo).
No, hace rato que no escribo allí. m.
Publicar un comentario