PSP
Abundan esas criaturas que siempre buscan definirlo a uno por la procedencia, el color del pelo. Lo suyo es construir y concretizar identidades políticas, con la mera idea de abatirlas después (exactamente como esos niños que arman una estructura de legos con el carismático objetivo de tumbarla a manotazos). Son bastante incapaces de generar ninguna clase de poder sin antes producir un poder de clase.
El mismo principio de la fantasía erótica: pobres varones a quienes apenas se les para a menos que estén viendo el porno más violáceo. Y cuando por fin se les pone dura, a fuerza de ilusión sexual, se da en ellos una gran necesidad de violar a otro ser humano. Así funcionan.
Lo cuál no quiere decir que el poder de clase sea solamente teatral y no exista ya de sí y que no exija provocación –oh, por supuesto que existe, y es infaliblemente cruel– pero nada tiene que ver con el juego de consola PSP que estos tahúres integristas subsidian en sus cabezas como hornitos paranoides.
Me gustaría poder decir que en realidad no están destruyendo nada, salvo la novela de caballerías que ellos mismos autofecundan, pero no es cierto, ni siquiera en el caso de los más mullidos, los que se hacen pasar por sensibles, escritores, intelectuales. Hasta los más fanfarrones son peligrosos. Son los primeros en cholerearles al poder, de eso podemos estar seguros: legítimos candidatos a cualquier enfoque coactivo, si uno huye del molde, de la fantasía social (y eso uno lo ha venido haciendo toda la vida) entonces se ponen violentos con el martillo. A todos (tanto de un lado y del otro) les duele que uno no funcione de acuerdo al arquetipo, y no se rinda a idealizaciones y guiones prearmados.
No votemos de acuerdo a los guiones prearmados.
(Columna publicada el 30 de agosto de 2007.)
El mismo principio de la fantasía erótica: pobres varones a quienes apenas se les para a menos que estén viendo el porno más violáceo. Y cuando por fin se les pone dura, a fuerza de ilusión sexual, se da en ellos una gran necesidad de violar a otro ser humano. Así funcionan.
Lo cuál no quiere decir que el poder de clase sea solamente teatral y no exista ya de sí y que no exija provocación –oh, por supuesto que existe, y es infaliblemente cruel– pero nada tiene que ver con el juego de consola PSP que estos tahúres integristas subsidian en sus cabezas como hornitos paranoides.
Me gustaría poder decir que en realidad no están destruyendo nada, salvo la novela de caballerías que ellos mismos autofecundan, pero no es cierto, ni siquiera en el caso de los más mullidos, los que se hacen pasar por sensibles, escritores, intelectuales. Hasta los más fanfarrones son peligrosos. Son los primeros en cholerearles al poder, de eso podemos estar seguros: legítimos candidatos a cualquier enfoque coactivo, si uno huye del molde, de la fantasía social (y eso uno lo ha venido haciendo toda la vida) entonces se ponen violentos con el martillo. A todos (tanto de un lado y del otro) les duele que uno no funcione de acuerdo al arquetipo, y no se rinda a idealizaciones y guiones prearmados.
No votemos de acuerdo a los guiones prearmados.
(Columna publicada el 30 de agosto de 2007.)
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