Filmografía universal de la infamia
Eso de ir por la Roosevelt es una experiencia estético–repugnante de conmovedoras proporciones.
Me refiero a todas esas vallas… No ha terminado de capitular una valla y ya empieza la siguiente –ni un nanosegundo de por medio– y luego otra más y así otra y viene a ser este proceso un poco parecido al sucederse fantástico y frenético de fotogramas en fugaz secuencia de continuidad –con lo cuál se puede decir que todos esos políticos han terminado por concebir colectivamente, interpartidariamente, y por supuesto, involutariamente, el principio mismo de la cinematografía.
Los hermanos Lumière no estarán nada contentos de que su invento se haya reinventando más de cien años después en condiciones tan mezquinas como las de unas elecciones generales. Otros dirán que este filme que nos presentan los políticos es de mal gusto, vulgar, y malcosido. Precisamente. Para nosotros, los fanáticos del horror chafa serie b, que hemos visto vía Tarantino sus posibilidades más tiernas, esto es como un regalo que la ciudad nos ha preparado desde su misteriosa–crapulosa–inedificante sabiduría. Lo que más me gusta en esta gran película de miedo son esos rostros como henchidos de alcohol, declaradamente porcinos. Noten ustedes que no pocos aspirantes al poder poseen rasgos cerdiles, hay literalmente algo de cerdos en ellos, de los llamados cerdos enanos vietnamitas, para ser exactos, de los cuales se dice que son maravillosas mascotas.
Eso para hablar de los más feítos; pero todos tienen lo suyo de inquietante. La sonrisa Ken de Boussinot… Ana Lucía Alejos con su pose thrilleresca de femme fatale… Puro cine. Y luego dicen, se atreven a decir que los políticos no estimulan la cultura…
(Columna publicada el 6 de septiembre de 2007.)
Me refiero a todas esas vallas… No ha terminado de capitular una valla y ya empieza la siguiente –ni un nanosegundo de por medio– y luego otra más y así otra y viene a ser este proceso un poco parecido al sucederse fantástico y frenético de fotogramas en fugaz secuencia de continuidad –con lo cuál se puede decir que todos esos políticos han terminado por concebir colectivamente, interpartidariamente, y por supuesto, involutariamente, el principio mismo de la cinematografía.
Los hermanos Lumière no estarán nada contentos de que su invento se haya reinventando más de cien años después en condiciones tan mezquinas como las de unas elecciones generales. Otros dirán que este filme que nos presentan los políticos es de mal gusto, vulgar, y malcosido. Precisamente. Para nosotros, los fanáticos del horror chafa serie b, que hemos visto vía Tarantino sus posibilidades más tiernas, esto es como un regalo que la ciudad nos ha preparado desde su misteriosa–crapulosa–inedificante sabiduría. Lo que más me gusta en esta gran película de miedo son esos rostros como henchidos de alcohol, declaradamente porcinos. Noten ustedes que no pocos aspirantes al poder poseen rasgos cerdiles, hay literalmente algo de cerdos en ellos, de los llamados cerdos enanos vietnamitas, para ser exactos, de los cuales se dice que son maravillosas mascotas.
Eso para hablar de los más feítos; pero todos tienen lo suyo de inquietante. La sonrisa Ken de Boussinot… Ana Lucía Alejos con su pose thrilleresca de femme fatale… Puro cine. Y luego dicen, se atreven a decir que los políticos no estimulan la cultura…
(Columna publicada el 6 de septiembre de 2007.)
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