El Fu Lu Sho
Me encontré a Marielos tomando un café. Pronto me está contando que han elegido este año al Fu Lu Sho como uno de los “diez puntos de identidad citadina”, en el marco del recién acabado X Festival del Centro Histórico. Lo cuál a mí me da tremendo gusto por ella –puesto que entiendo cuánto afecto y tesón le convida al lugar– y me da además la posibilidad de escribir una columna sin candidatos, intríngulis de votaciones, barato suspense preelectoral.
Ya el sólo hecho de que se halle en el corazón de la sexta es un punto siempre a favor del Fu Lu Sho. Por supuesto, hace poco más de cincuenta años, cuando fue abierto, no existían los diez mil millones de parpadeantes devedés piratas que hoy piden al viandante un acto de connivencia, un contubernio, una complicidad. Grandiosa estética de la proliferación.
El Fu Lu Sho –explica su website, lo tiene– nació el 15 de marzo de de 1956. Sin ser experto en nociones chinas, me limito a esbozar lo poco que se: el nombre alude a la felicidad y las bendiciones (Fu), la prosperidad y el dinero (Lu), la salud y la longevidad (Shou), y esas tres energías quedan por demás asociadas a tres deidades, que han dado lugar a una rampante iconografía en latitudes orientales.
Pero volvamos al restaurante, volvamos a su barra oblonga (es bueno sentarse allí, tomarse un milk shake), el rojo monolítico de sus paredes, todas esas obras colgadas de Ramírez Amaya (son varias, siendo él un cliente ocasional, y tan dado a trueques sentimentales).
Secretivas, mitológicas, por momentos, incluso, oníricas, las escaleras van a dar (sigamos, por favor, el tilt–up) a un mezanine en donde en otros tiempos se dieron punzantes complots revolucionarios, y también allí reconcentrados escritores redactaron sus cositas, que a veces hasta fueron publicadas.
Sin duda hay una luna que sangra sobre el restaurante Fu Lu Sho: y así lo fecunda, y así lo eterniza.
(Columna publicada el 23 de agosto de 2007.)
Ya el sólo hecho de que se halle en el corazón de la sexta es un punto siempre a favor del Fu Lu Sho. Por supuesto, hace poco más de cincuenta años, cuando fue abierto, no existían los diez mil millones de parpadeantes devedés piratas que hoy piden al viandante un acto de connivencia, un contubernio, una complicidad. Grandiosa estética de la proliferación.
El Fu Lu Sho –explica su website, lo tiene– nació el 15 de marzo de de 1956. Sin ser experto en nociones chinas, me limito a esbozar lo poco que se: el nombre alude a la felicidad y las bendiciones (Fu), la prosperidad y el dinero (Lu), la salud y la longevidad (Shou), y esas tres energías quedan por demás asociadas a tres deidades, que han dado lugar a una rampante iconografía en latitudes orientales.
Pero volvamos al restaurante, volvamos a su barra oblonga (es bueno sentarse allí, tomarse un milk shake), el rojo monolítico de sus paredes, todas esas obras colgadas de Ramírez Amaya (son varias, siendo él un cliente ocasional, y tan dado a trueques sentimentales).
Secretivas, mitológicas, por momentos, incluso, oníricas, las escaleras van a dar (sigamos, por favor, el tilt–up) a un mezanine en donde en otros tiempos se dieron punzantes complots revolucionarios, y también allí reconcentrados escritores redactaron sus cositas, que a veces hasta fueron publicadas.
Sin duda hay una luna que sangra sobre el restaurante Fu Lu Sho: y así lo fecunda, y así lo eterniza.
(Columna publicada el 23 de agosto de 2007.)
4 comentarios:
nunca habia visto este restaurant por dentro.. ni me imaginaba que fuera asi
S� es un lugarazo, realmente. Maurice.
Sí,Maurice. Es un lugar que a muchos nos recuerda momentos de complicidad, de emociòn, de terturlia...Cuando la sexta, era la SEXTA. Un paseo para compartir con los amigos, con la familia, con alguna persona especial.
No dudo que al entrar, su ambiente te permita una amnesia temporal de lo afuera se vive.
Honor a quien honor merece. m.
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