Muñones
El pasado lunes se celebró el día del libro y yo también lo celebré. Lo celebré, precisamente, comenzando un nuevo libro, una nueva novela. Parece nada, pero en mi caso supone tener secuestrados los próximos tres o cuatro años, por lo menos, y servir de cholero a mis propios personajes, que son personas extrañas, furibundas y medio trabadas, además de imaginarias.
En el océano oscuro de una novela hay peces que te van mordiendo, minuciosamente, los dedos tecleantes, luego el metacarpo tecleante, y el carpo tecleante asimismo, hasta dejarte los puros muñones. Los puros muñones tecleantes. Pero Tal es el destino de un escritor.
La Morfina (así se llama mi laptop) está hambrienta, pide más venas. Se las doy, obediente. Por mi parte hace mucho tiempo que olvidé para qué escribo. En realidad ya comprendí que escribir no tiene sentido, es una actividad completamente irracional, ni siquiera tranquilizadora. Un pie descomunal, que te aplasta con todos sus diptongos, epítetos, pluscuamperfectos. Vas tejiendo esa enorme manta de letras, y luego te la pones encima, para protegerte del frío, y te das cuenta que te da más frío del que ya tenías. Algunos escritores le sacan raja a esta situación, y se hacen llamar “mártires de la literatura”. Yo antes me quejaba, indignadísimo, diciendo eso de que “los guatemaltecos no leen”. Y a estos guatemaltecos no lectores los miraba como bestias. Pero la verdad de las verdades es que un guatemalteco no lector no es mejor persona, ni más funcional, que un guatemalteco sí lector. Que los guatemaltecos no lectores tienen menos oportunidades, eso es cierto. Pero eso es simplemente porque hemos organizado nuestro sistema de oportunidades de la peor manera posible. A lo que voy es que las personas no lectoras están completas. Están cabales. Más cabales que yo, que ando en puros muñones.
(Columna publicada el 26 de abril de 2007.)
En el océano oscuro de una novela hay peces que te van mordiendo, minuciosamente, los dedos tecleantes, luego el metacarpo tecleante, y el carpo tecleante asimismo, hasta dejarte los puros muñones. Los puros muñones tecleantes. Pero Tal es el destino de un escritor.
La Morfina (así se llama mi laptop) está hambrienta, pide más venas. Se las doy, obediente. Por mi parte hace mucho tiempo que olvidé para qué escribo. En realidad ya comprendí que escribir no tiene sentido, es una actividad completamente irracional, ni siquiera tranquilizadora. Un pie descomunal, que te aplasta con todos sus diptongos, epítetos, pluscuamperfectos. Vas tejiendo esa enorme manta de letras, y luego te la pones encima, para protegerte del frío, y te das cuenta que te da más frío del que ya tenías. Algunos escritores le sacan raja a esta situación, y se hacen llamar “mártires de la literatura”. Yo antes me quejaba, indignadísimo, diciendo eso de que “los guatemaltecos no leen”. Y a estos guatemaltecos no lectores los miraba como bestias. Pero la verdad de las verdades es que un guatemalteco no lector no es mejor persona, ni más funcional, que un guatemalteco sí lector. Que los guatemaltecos no lectores tienen menos oportunidades, eso es cierto. Pero eso es simplemente porque hemos organizado nuestro sistema de oportunidades de la peor manera posible. A lo que voy es que las personas no lectoras están completas. Están cabales. Más cabales que yo, que ando en puros muñones.
(Columna publicada el 26 de abril de 2007.)
2 comentarios:
me alegra saber sobre la nueva escritura y como diria Panero: "Cuando la mano termina de escribir hay huellas de sangre en el poema" A los muñones tecleantes: eternamente agradecida.
Uno lee a Panero y es luego el sentimiento de estar ante un poeta sin pajas, una criatura sensible, un auténtico chamuscado. Aquí va una cita de vuelta: "Cómo duele en la sombra desear cuerpos muertos". m.
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