'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Ya voy tarde

Cada cierto tiempo, le toca a un hombre como yo caminar de su casa a la clínica del psiquiatra, y morirse unas cuántas veces.

O un montón de veces. Unas trescientas sesenta y cinco veces, por decir algo. Dejar un montón de pieles en la acera, un montón de ligamentos, un montón de salivas, un montón de órganos de variables dimensiones, y un montón de cabezas, que al cabo de las horas explotan, estallan contra los vidrios de los bancos. Esta tradición mía de morir múltiplemente mientras me dirijo a la clínica de mi psiquiatra –como otros se dirigen a Esquipulas para ver al Cristo– data de tiempo atrás.

Si quiero llegar a la clínica de mi psiquiatra debo traspasar tempestades de humo y sortear a los Asesinos Hacedores de Shucos. Están por doquier. Peligrosísimos. Aún así, me gusta –porque me gusta– este lento andar, esta misión impecable: la reivindicación de mi propia Salud Mental. De vez en cuando, me detengo a lamer un cajero automático. Y de vez en cuando, al cajero automático le gusta que yo lo acaricie con la lengua.

Por lo general, los demás transeúntes me miran, no con simple urbanidad: con respeto. “Allí va el Denso, el Espeso”, dicen, se persignan. Pero hay unos que son Densos ellos también. Nos reconocemos mutuamente, pero no podemos hacer nada los unos por los otros, salvo acaso rascarnos un poco la cabeza. Lo mejor es seguir el propio camino, y sentarse a contemplar los semáforos, los policías de tránsito. Eso relaja mucho.

Por debajo de la avenida, corren ríos de paroxitina. Hay que ver a todos esos niños de la calle, bebiendo, como beben las bestias.

El reloj me indica, me señala que debo apresurar el paso, que ya voy tarde.

Siempre tendré conmigo este largo descenso de cuadras caminadas: de aquí a la clínica del psiquiatra. Así es como un hombre como yo le dice adiós al 2006.


(Columna publicada el 28 de diciembre de 2006.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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