'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Las ratas en la soga


Me enteré de la muerte de Sadam Hussein en Petén. Estaba en una tienda de artesanías; había un televisor encendido; la noticia me dejó frío.

El medio elegido para la ejecución fue la horca: una soga gruesa, cinematográfica. Es curioso, pero unos días antes había tenido unas ganas medio enfermizas de revisitar uno de mis cuentos preferidos de infancia: La casa del juez, de Bram Stoker. Habían transcurrido por lo menos veinte años desde la última vez que lo había leído. Es una historia fantástica cuyo motivo central es, justamente, la horca. A estas alturas del partido, ya no creo en las coincidencias.

Jamás he visto a nadie ser ahorcado, pero sí tengo en mente la película de Lars Von Trier, Dancer in the Dark, que ya dice bastante, o incluso lo dice todo.

El hecho de que su muerte haya sido filmada no es tampoco arbitrario. Tenía que ser así. Puesto que Sadam Hussein fue antes una imagen que un ser real. Así lo quiso él, y así lo quisieron todos aquellos que lo utilizaron en la caótica cruzada del golfo. He ahí su verdadera condena e inmolación: en el momento más real, más inasible, de su existencia –su muerte biológica– alguien lo filmó, disecándolo una vez más, espectacularizándolo de nuevo. Y con un teléfono celular. Casi da risa.

En realidad hay tantas cosas que dan risa sobre el final de Hussein. Por ejemplo: sus restos fueron trasladados en un helicóptero del ejército estadounidense hacia el mismo cementerio en dónde descansan sus hijos –Uday y Qusay– ejecutados por ese mismo ejército estadounidense. Es un loop metafórico, que describe de cierto modo su vida política.

Todas esas ratas, bajando y subiendo por la soga, como en la escalera de Jacobo.

Me da pena por los iraquíes. Han vivido tanto en tan poco tiempo. Les tomará siglos procesarlo.


(Columna publicada el 4 de enero de 2007.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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