El bombero
Luego de un proceso de definición claudicante (el tsunami Bancafé botando a González, el samsara infecundo de las primarias), la GANA decide recapitalizarse políticamente, en la urgencia proseletista. Necesitaban de un naipe voraz para el juego electoral, optaron por empujar a Giammattei, o sea a un bombero. Eso: necesitaban de un bombero, una figura que llegase a tiempo al loco incendio de las elecciones.
Su reciente incursión en Presidios no fue ningún poema. Canalizar las aguas negras era el objetivo, y eso fue exactamente lo que hizo (borrando, argumentan algunos, la delicada línea entre lo necesario y lo extrajudicial). De paso, se agenció un lugar en la retina pública. Le escuché la otra vez en la radio, driblando, embistiendo. Toda esa pasión verbal lo magnetiza. Lo cuál tampoco significa mayor cosa pasados los meses: el guatemalteco se desencanta muy rápidamente de todo lo vagamente gramatical. Pero en su caso, no deja de conmover públicamente la imagen ineludible del discapacitado que lo puede todo –Roosevelt en la convención demócrata de 1924.
La decisión de incluir a Giammattei le costó a la GANA unas deserciones de rigor, quejas territoriales, esas cosas. Pero en el fondo se ha beneficiado de este maridaje improvisado (necesitan a un boxeador para darle continuidad a un proyecto político naturalmente agotado).
Cabe preguntarse si Giammattei cuenta con algo más que olfato, cojones y sentido de la oportunidad. Que no es poco, ciertamente, pero tampoco todo, hablando de un jefe de estado. A Giammattei lo excede un sentido de lo práctico. Si Vd. le solicita una narrativa de nación, le responderá con una boutade patriótica. La pregunta es: ¿se puede articular un futuro, una mística nacional en poco más de doscientos días?
(Columna publicada el 11 de enero de 2007.)
Su reciente incursión en Presidios no fue ningún poema. Canalizar las aguas negras era el objetivo, y eso fue exactamente lo que hizo (borrando, argumentan algunos, la delicada línea entre lo necesario y lo extrajudicial). De paso, se agenció un lugar en la retina pública. Le escuché la otra vez en la radio, driblando, embistiendo. Toda esa pasión verbal lo magnetiza. Lo cuál tampoco significa mayor cosa pasados los meses: el guatemalteco se desencanta muy rápidamente de todo lo vagamente gramatical. Pero en su caso, no deja de conmover públicamente la imagen ineludible del discapacitado que lo puede todo –Roosevelt en la convención demócrata de 1924.
La decisión de incluir a Giammattei le costó a la GANA unas deserciones de rigor, quejas territoriales, esas cosas. Pero en el fondo se ha beneficiado de este maridaje improvisado (necesitan a un boxeador para darle continuidad a un proyecto político naturalmente agotado).
Cabe preguntarse si Giammattei cuenta con algo más que olfato, cojones y sentido de la oportunidad. Que no es poco, ciertamente, pero tampoco todo, hablando de un jefe de estado. A Giammattei lo excede un sentido de lo práctico. Si Vd. le solicita una narrativa de nación, le responderá con una boutade patriótica. La pregunta es: ¿se puede articular un futuro, una mística nacional en poco más de doscientos días?
(Columna publicada el 11 de enero de 2007.)
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