Un humano rostro
No debe ser fácil para un documentalista declinar la invitación de los tiempos. Quiero decir que se da hoy la tentación del documental de guerra, o del documental explorador de la catástrofe religiosa o cultural, etc.
Pero lejos de los operativos realizados por el M15, lejos de las largas filas en los aeropuertos, lejos, en resumidas cuentas, de la tragedia oficial, hay también otras tragedias: tragedias de alcoba, tragedias íntimas, no por íntimas, y por anónimas, menos graves. El paradigma histórico es un magneto tan fuerte que absorbe todas las miradas, y nos hace olvidar que el mundo sangra por muchos lados. Más allá de lo oficial y lo clandestino, hay historias sencillas y profundas, esperando a ser contadas.
El español Chema Rodríguez ha encontrado en el puro desierto amnésico, en el rincón penúltimo del olvido, en la periferia sin gloria de La Línea, una perla documental.
Dije arriba “tragedias de alcoba”, pero no me refiero a una alcoba de cortinaje y shakesperiana, sino a un cuarto en dónde apenas cabe una cama y media flor. No podría caber allí tampoco uno de esos enormes equipos de producción, no, como los que usan en los programas de realidad... Esto se filmó desde el respeto auténtico, la interacción afectiva, incluso el humor. Imposible concebir a Chema como una especie de morboso espectador, buitre, lamprea, o excursionista europeo en el Tercer Mundo subvencionando sus sueños fílmico–narcisistas, o para decirlo en español de España: un pijo de mierda. Nada más alejado de la realidad. Me consta que las puso a ellas siempre en primer lugar…
Esta sensibilidad se nota también en sus libros, porque aparte de ser documentalista, escribe magníficos libros de viajes, pero tales viajes son siempre, más que desplazos meramente físicos, búsquedas de lo humano...
(Columna publicada el 17 de agosto de 2006.)
Pero lejos de los operativos realizados por el M15, lejos de las largas filas en los aeropuertos, lejos, en resumidas cuentas, de la tragedia oficial, hay también otras tragedias: tragedias de alcoba, tragedias íntimas, no por íntimas, y por anónimas, menos graves. El paradigma histórico es un magneto tan fuerte que absorbe todas las miradas, y nos hace olvidar que el mundo sangra por muchos lados. Más allá de lo oficial y lo clandestino, hay historias sencillas y profundas, esperando a ser contadas.
El español Chema Rodríguez ha encontrado en el puro desierto amnésico, en el rincón penúltimo del olvido, en la periferia sin gloria de La Línea, una perla documental.
Dije arriba “tragedias de alcoba”, pero no me refiero a una alcoba de cortinaje y shakesperiana, sino a un cuarto en dónde apenas cabe una cama y media flor. No podría caber allí tampoco uno de esos enormes equipos de producción, no, como los que usan en los programas de realidad... Esto se filmó desde el respeto auténtico, la interacción afectiva, incluso el humor. Imposible concebir a Chema como una especie de morboso espectador, buitre, lamprea, o excursionista europeo en el Tercer Mundo subvencionando sus sueños fílmico–narcisistas, o para decirlo en español de España: un pijo de mierda. Nada más alejado de la realidad. Me consta que las puso a ellas siempre en primer lugar…
Esta sensibilidad se nota también en sus libros, porque aparte de ser documentalista, escribe magníficos libros de viajes, pero tales viajes son siempre, más que desplazos meramente físicos, búsquedas de lo humano...
(Columna publicada el 17 de agosto de 2006.)
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