'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Todavía buscando a Syd


A todo coche le llega su sábado, su Pasión Crística, su Día D. Ese día para todo adolescente que se repute de serlo llega cuando le toca escuchar finalmente The Piper at the Gates of Dawn y volar en mil pedazos. Apenas le servirá haber escuchado todos los otros clásicos de Pink Floyd –no obstante el grado de iniciación que éstos ya suponen. El maestro aparece, pero no hay discípulo que pueda estar listo para semejante experiencia discográfica. No hay trucos ni ases bajo la manga. Es la pura gracia psicodélica, esotérica, hemisférica.

Hace unas cuántas semanas murió Syd Barrett. A él le debo el nombre de esta columna.

La tragedia de Syd Barrett es que no pudo sobrevivir a su propia nada. Me explico: con los años, se fue haciendo famoso por no pertenecer a Pink Floyd. Lo que él más buscaba –el anonimato– fue justamente lo que más le estaba enmarcando, visibilizando, destacando. Ésa fue su gloria terrible. Y ahora esta sombra que él era ya se ha eternizado. Quiere decir que seguiremos buscando a Syd, diamante loco, por los siglos de los siglos, en este gran páncreas llamado universo.

Me encanta ver sus fotos viejas. Sus fotos de cuando no era viejo. En ellas tenía el garbo de la locura de Poe. Su hermana cuenta cómo saltaba de la cama para dirigir una orquesta imaginaria. Amo y respeto a las personas con problemas mentales.

Con todo, alcanzó un grado de serenidad, nobleza en maniobras insignificantes de clase media –y hay algo de muy hermoso cuando alguien decide dejar a un lado sus dones, sus hermosos venenos, y decide entregarse mejor a la jardinería (aunque nunca dejó de hacer arte, entiendo). Por supuesto, los que estamos de este lado de la frontera psiquiátrica, lejos de aprender su lección, lo que queremos es inmigrar, por morbo. Y por eso seguimos buscando a Syd.


(Columna publicada el 24 de agosto de 2006.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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