Tríptico
Actuar, escribir. Por razones que intuyo pero no pienso identificar demasiado, me interesé por la actuación en las últimas semanas. De tal modo que esta semana asisto a un taller de actuación cinematográfica en Casa Comal, impartido por Roberto Díaz Gomar, taller que según entiendo sigue de cerca el método de Stanislavskij y su prolongación desovada: el Actor's Studio. En primera instancia, debo decir que no poseo ningún talento natural para ser actor, lo cual viene a ser un tanto íncomodo, porque me obliga a reconocer mis límites, términos y limitaciones. Verán, los actores cuentan con una singular capacidad de trasladar un sentimiento de un lado a otro, de formular nexos imprevistos entre su persona y su personaje, se dislocan, se reelaboran, espontáneamente. Me sorprende, sobre todo, la inmediatez que conciben dentro de su arte, el golpe. Se trabaja, claro, se preparan, ellos, pero el momento de una actuación brillante es más una consignación del espíritu que un trabajo flaubertiano de escritorio. Lo menciono a voluntad pues escribir es otra cosa, es el arte indirecto por definición, y cuando como actor exigen que me desnude, que me enchufe a mi caracterización, en la escritura yo aconsejo la mentira, el efecto, el calculo, la distancia. Eso no quiere decir, como ya entendieron los rápidos, que al escribir el escritor no se desnude a su modo, pero se desnuda quizá de otra manera. Por eso talvez los escritores son los escritores y los actores los movie stars.
Inspiración. Una vida sin espacios en blanco, una vida que sea incesante deyección de sí misma, admirable y violenta, propósito de urgencia, matriz de actos que se desplazan y justifican unos a otros: la productividad como ceguera, como esperanza, como auspicio, como venganza selecta y como arte. La única manera de evitar esa soledad crasa y abominable que me asalta a ratos es por medio de la acción. También citaré a Pessoa: "Hacer, he ahí la inteligencia verdadera".
Calor. Un calor onettiano, un calor para volverse lentamente loco.
(Columna publicada el 9 de mayo de ¿?)
Inspiración. Una vida sin espacios en blanco, una vida que sea incesante deyección de sí misma, admirable y violenta, propósito de urgencia, matriz de actos que se desplazan y justifican unos a otros: la productividad como ceguera, como esperanza, como auspicio, como venganza selecta y como arte. La única manera de evitar esa soledad crasa y abominable que me asalta a ratos es por medio de la acción. También citaré a Pessoa: "Hacer, he ahí la inteligencia verdadera".
Calor. Un calor onettiano, un calor para volverse lentamente loco.
(Columna publicada el 9 de mayo de ¿?)
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