Tres consideraciones teológicas
Me parece que el martes en Bancafé se presentó mi novelita Labios, y no voy a desaprovechar la ocasión de hablar de ella.
En realidad el libro estuvo guardado por unos años en mi escritorio o en el escritorio de algún editor, como un objeto más o menos sobrante, más o menos prescindible. Quizá debió permanecer para siempre en ese interregno de polvo, en ese limbo fantasmagórico y unirse para siempre a la caterva de libros que ya están escritos y no publicados, y acaso jamás serán publicados, porque son almas errantes. Podemos decir de esta manera que la literatura también dispone de una teología propia.
Igual no me costó nada mandarla, la novelita, al concurso de Magna Terra que lleva por nombre, es un honor, Luis de Lión. ¿Puedo decir que ha pasado a mejor vida? No del todo: se trata simplemente de una reencarnación, y para que alcance el nirvana deberá cumplir con muchas reencarnaciones, es decir muchas reediciones. No creo que suceda. Más bien pienso que irá derivando poco a poco o abruptamente hacia la nada.
¿Qué forma de publicitar es ésta? Sigamos.
El libro transcurre en una semana (a capítulo por día) y el plot más económico viene a ser el siguiente: lesbiana uno le quema el rancho a lesbiana dos; lesbiana dos decide vengarse de lesbiana uno metiéndose con lesbiana tres; pero encontrar a lesbiana tres no es tan simple. Por tratarse de lesbianas, no vaya a pensar el lector que este libro es una maraña gay. No soy gay, y no me corresponde a mí hacer literatura gay. De hecho, considero que ni siquiera a los gays escritores les corresponde hacer literatura gay: les corresponde hacer literatura y ya está. La preferencia sexual no tiene nada que ver con la salvación. En literatura sólo se salva Balzac.
(Columna publicada el 26 de febrero de 2004.)
En realidad el libro estuvo guardado por unos años en mi escritorio o en el escritorio de algún editor, como un objeto más o menos sobrante, más o menos prescindible. Quizá debió permanecer para siempre en ese interregno de polvo, en ese limbo fantasmagórico y unirse para siempre a la caterva de libros que ya están escritos y no publicados, y acaso jamás serán publicados, porque son almas errantes. Podemos decir de esta manera que la literatura también dispone de una teología propia.
Igual no me costó nada mandarla, la novelita, al concurso de Magna Terra que lleva por nombre, es un honor, Luis de Lión. ¿Puedo decir que ha pasado a mejor vida? No del todo: se trata simplemente de una reencarnación, y para que alcance el nirvana deberá cumplir con muchas reencarnaciones, es decir muchas reediciones. No creo que suceda. Más bien pienso que irá derivando poco a poco o abruptamente hacia la nada.
¿Qué forma de publicitar es ésta? Sigamos.
El libro transcurre en una semana (a capítulo por día) y el plot más económico viene a ser el siguiente: lesbiana uno le quema el rancho a lesbiana dos; lesbiana dos decide vengarse de lesbiana uno metiéndose con lesbiana tres; pero encontrar a lesbiana tres no es tan simple. Por tratarse de lesbianas, no vaya a pensar el lector que este libro es una maraña gay. No soy gay, y no me corresponde a mí hacer literatura gay. De hecho, considero que ni siquiera a los gays escritores les corresponde hacer literatura gay: les corresponde hacer literatura y ya está. La preferencia sexual no tiene nada que ver con la salvación. En literatura sólo se salva Balzac.
(Columna publicada el 26 de febrero de 2004.)
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