Petróleo político
Todos estos efluvios, descargas antimorales, entronques nudosos en las páginas de los periódicos: la verdad política de un país que se parece demasiado a sí mismo otra vez. “De todos los monstruos fríos, el más frío es el estado”, dice Nietzsche. Y añade, desde su trinchera virtuosa y aristocrática, que el estado “muerde con dientes robados”.
Demasiado fácil perder la cabeza. Pero en cambio, ¿no es mejor este rudo inventario nacional a la mera, vaga percepción de que las cosas van mal? Hace unos meses, todos sabíamos que nos gobernaban unos animales rapaces. Pero se trataba de una certeza inválida: el alcance de la maldad estatal no presentaba límites exactos, no era abstracta pero tampoco precisa. Habíamos visto no uno sino varios escándalos sucederse, y con todo no pensábamos que eso pudiese trascender el umbral previsible de la impunidad.
El día de hoy estamos recibiendo a diario cifras, documentos, declaraciones bochornosas que colman la región pública. Lo taimado se hace evidente, la realidad se concreta y se establece, lo cuál es siempre más doloroso, ninguna duda, pero a la vez libera una cantidad de energía política aprovechable. Las condiciones son perfectas: pruebas contundentes, indignación generalizada, nuevo gobierno, la oposición desmantelada por cargos ofensivos, incluso el temblor tectónico en otros países (Haití, Venezuela). Si esta energía política no es aprovechada en este momento por el gobierno en el poder, más tarde actuará en contra suya, y nuestra. Una sabiduría judía nos dice: “Al igual que el hombre es castigado por pronunciar una palabra mala, también lo es por una palabra buena que tuvo la oportunidad de pronunciar y no salió de sus labios”.
Esta es una oportunidad de oro de hacer justicia. El petróleo no es energía particularmente renovable.
(Columna publicada el 4 de marzo de 2004.)
Demasiado fácil perder la cabeza. Pero en cambio, ¿no es mejor este rudo inventario nacional a la mera, vaga percepción de que las cosas van mal? Hace unos meses, todos sabíamos que nos gobernaban unos animales rapaces. Pero se trataba de una certeza inválida: el alcance de la maldad estatal no presentaba límites exactos, no era abstracta pero tampoco precisa. Habíamos visto no uno sino varios escándalos sucederse, y con todo no pensábamos que eso pudiese trascender el umbral previsible de la impunidad.
El día de hoy estamos recibiendo a diario cifras, documentos, declaraciones bochornosas que colman la región pública. Lo taimado se hace evidente, la realidad se concreta y se establece, lo cuál es siempre más doloroso, ninguna duda, pero a la vez libera una cantidad de energía política aprovechable. Las condiciones son perfectas: pruebas contundentes, indignación generalizada, nuevo gobierno, la oposición desmantelada por cargos ofensivos, incluso el temblor tectónico en otros países (Haití, Venezuela). Si esta energía política no es aprovechada en este momento por el gobierno en el poder, más tarde actuará en contra suya, y nuestra. Una sabiduría judía nos dice: “Al igual que el hombre es castigado por pronunciar una palabra mala, también lo es por una palabra buena que tuvo la oportunidad de pronunciar y no salió de sus labios”.
Esta es una oportunidad de oro de hacer justicia. El petróleo no es energía particularmente renovable.
(Columna publicada el 4 de marzo de 2004.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario