Ser y estar en una silla de ruedas
El asunto de las ex PAC ha ido creciendo como un alud de nieve: lo que pudo haber sido nomás un dilema secundario en la agenda nacional se ha convertido en una pesada recurrencia, un acorazado buque de carga transportando viejos dolores de cabeza. Pasan meses y más meses que ya son años y ya siglos. Portillo, además de llevarse las millonadas, dejó deudas y saldos estimables de carácter oficial.
Por supuesto, lo de las ex PAC fue en principio un Frankestein mutante de laboratorio, y nunca por sí sólo hubiese tenido la fuerza orgánica de convertirse en el cada vez más granítico y extraño poder mitad civil mitad frente ideológico en el que terminó convirtiéndose (y por esa condición anfibia suya es que ha gozado de tanta longevidad).
Las ex PAC fueron muy utilizadas en su momento, y ello las cargó de energía. Es preciso entender que los movimientos son alternadores, y si el gobierno de turno no hace nada por detenerlos (sino todo lo contrario) entonces somos nosotros, los ciudadanos, quienes debemos generar una contracorriente. Debimos gritar más fuerte, en aquel momento. Debimos levantarnos de la silla de ruedas y salir a decir algo. Ahora posiblemente vamos a quedarnos roncos (un poco como Portillo, que hasta piensa en ronco), incapaces de competir con el volumen de gestiones ambiguas (el famoso fideicomiso).
Lo verdad antipático de todo esto es que las ex PAC, resarcidas o no, ocuparán cada vez más tiempo y espacio (carreteras y calles de la ciudad) y titulares en el futuro, a menos que sean divididas con inteligencia. ¿Qué impide que otros sigan su ejemplo? Entonces el panorama político se hará cada vez más borroso, contaminado por fuerzas y cuencas que no son sino poderosas piezas de ajedrez.
(Columna publicada el 10 de marzo de 2005.)
Por supuesto, lo de las ex PAC fue en principio un Frankestein mutante de laboratorio, y nunca por sí sólo hubiese tenido la fuerza orgánica de convertirse en el cada vez más granítico y extraño poder mitad civil mitad frente ideológico en el que terminó convirtiéndose (y por esa condición anfibia suya es que ha gozado de tanta longevidad).
Las ex PAC fueron muy utilizadas en su momento, y ello las cargó de energía. Es preciso entender que los movimientos son alternadores, y si el gobierno de turno no hace nada por detenerlos (sino todo lo contrario) entonces somos nosotros, los ciudadanos, quienes debemos generar una contracorriente. Debimos gritar más fuerte, en aquel momento. Debimos levantarnos de la silla de ruedas y salir a decir algo. Ahora posiblemente vamos a quedarnos roncos (un poco como Portillo, que hasta piensa en ronco), incapaces de competir con el volumen de gestiones ambiguas (el famoso fideicomiso).
Lo verdad antipático de todo esto es que las ex PAC, resarcidas o no, ocuparán cada vez más tiempo y espacio (carreteras y calles de la ciudad) y titulares en el futuro, a menos que sean divididas con inteligencia. ¿Qué impide que otros sigan su ejemplo? Entonces el panorama político se hará cada vez más borroso, contaminado por fuerzas y cuencas que no son sino poderosas piezas de ajedrez.
(Columna publicada el 10 de marzo de 2005.)
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