El invitado no invitado
El viernes pasé a recoger un cheque al diario, y allí estaba Zamora, y lo saludé. Estaba nervioso. Por la tarde se daría a conocer la sentencia de su juicio. No puede ser del todo reconfortante saber que han golpeado y prácticamente secuestrado a los tuyos (el término “allanamiento ilegal” queda blandito) y esto como consecuencia de tu oficio, cuando siempre has creído que tu oficio es justamente la solución a este tipo de abusos y opresiones. No sé… hay situaciones que sencillamente no son sublimables, y veces cuando uno de veras no quiere ser mártir de nada –en especial cuando la familia está involucrada.
Y eso que José Rubén Zamora cuenta por lo menos con la posibilidad de un medio de comunicación para describirnos todo lo sucio del comportamiento de estos animales. Pero si él, con toda la ventaja de contar con un periódico para divulgar y enmarcar su caso, no pudo salir muy airado que digamos, imaginen ahora a todos aquellos que sufren el embate del poder, pero además en el más perfecto anonimato.
Siempre un infeliz orquestando en la sombra un operativo para destruir todo eso que lleva tanta sangre y sudor construir: un hogar. Siempre un invitado no invitado, con seis tenedores en cada mano, dispuesto a experimentar un poco con tu cuerpo. Y tu hija de tres años preguntándote por qué tu dedo índice de la mano derecha o izquierda es un poco más corto que el de resto de la humanidad, y cómo explicarle que a un tipo se le ocurrió, por ejemplo, cortártelo, para mandárselo en versión souvenir a tu familia, mientras te tenía, el muy miserable, secuestrado.
(Columna publicada el 3 de marzo de 2005.)
Y eso que José Rubén Zamora cuenta por lo menos con la posibilidad de un medio de comunicación para describirnos todo lo sucio del comportamiento de estos animales. Pero si él, con toda la ventaja de contar con un periódico para divulgar y enmarcar su caso, no pudo salir muy airado que digamos, imaginen ahora a todos aquellos que sufren el embate del poder, pero además en el más perfecto anonimato.
Siempre un infeliz orquestando en la sombra un operativo para destruir todo eso que lleva tanta sangre y sudor construir: un hogar. Siempre un invitado no invitado, con seis tenedores en cada mano, dispuesto a experimentar un poco con tu cuerpo. Y tu hija de tres años preguntándote por qué tu dedo índice de la mano derecha o izquierda es un poco más corto que el de resto de la humanidad, y cómo explicarle que a un tipo se le ocurrió, por ejemplo, cortártelo, para mandárselo en versión souvenir a tu familia, mientras te tenía, el muy miserable, secuestrado.
(Columna publicada el 3 de marzo de 2005.)
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