Hunter forever
El Doctor ha muerto. Se metió un plomazo. 67 años. No está mal. En toda honradez, vivió más de lo que esperábamos. No sé: le pudo haber entrado mal un ácido; talvez presintió algo terrible en las profundidades del Polvo Organizado; talvez le pareció divertido introducir el hocico del arma en su propio hocico; talvez lo mandaron a matar; talvez aceptó finalmente que América, su querida, hermosa y sucia América, había sido liquidada finalmente por un verdugo un punto más que oligofrénico llamado George W. Bush, después de varios intentos de asesinato (Nixon, uno de los más cercanos). Ha muerto el verídico representante del Nuevo Periodismo, el mítico colaborador gonzo de Rolling Stone y Playboy. Ha muerto el originalísimo comentarista de los deportes y la política (hay que ver cuánto ambas cosas se parecen).
Cuando muere un escritor, sufro. Pero cuando muere un escritor de cabecera, es insoportable. Murió mi superhéroe favorito, el campeón y heraldo de todo lo que yo amo de la cultura americana. Murió una Esencia.
Supongo que en los Estados Unidos un montón de hijos de puta están felices porque se ha ido de la faz de la tierra el antihijo pródigo. Que se pudran todos en la parte más íntima del infierno. Allí los estará esperando el Doctor, con dos bolsas de hierba, setenta y cinco pastillas de mescalina, cinco hojas de ácido de gran potencia, un salero medio lleno de cocaína, y toda una galaxia de pastillas multicolores para subir, para bajar, para reír…
(A Guayito, in memoriam.)
(Columna publicada el 24 de febrero de 2005.)
Cuando muere un escritor, sufro. Pero cuando muere un escritor de cabecera, es insoportable. Murió mi superhéroe favorito, el campeón y heraldo de todo lo que yo amo de la cultura americana. Murió una Esencia.
Supongo que en los Estados Unidos un montón de hijos de puta están felices porque se ha ido de la faz de la tierra el antihijo pródigo. Que se pudran todos en la parte más íntima del infierno. Allí los estará esperando el Doctor, con dos bolsas de hierba, setenta y cinco pastillas de mescalina, cinco hojas de ácido de gran potencia, un salero medio lleno de cocaína, y toda una galaxia de pastillas multicolores para subir, para bajar, para reír…
(A Guayito, in memoriam.)
(Columna publicada el 24 de febrero de 2005.)
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