Lo burdo y lo sacro
A estas alturas ya no es tanto la guerra en Irak lo que más preocupa, sino la paz. Esta paz de probeta muchos muertos promete.
Pasadas las emociones, chamuscados los fuegos artificiales, muerto el adrenalinazo (ponga en riesgo su vida: vote en Irak), queda, nada más, la sincera realidad, que no remunera con tanto viso. No es que no creamos en las elecciones libres. Por favor. Esos oscuros maniqueísmos, esas inmemoriales estrategias… Es que no hay que confundir enfermedad y salud. Lo burdo y lo sacro. Es que las elecciones en Irak no fueron, bajo ninguna perspectiva, libres. Se llevaron a cabo en un país reciente de guerra, y aún ocupado.
¿Qué aconteció? La prisa. El mundo entero estaba ansioso por eyacular, después de tanta pornografía bélica en los noticieros. Y la prisa (que no es otra cosa que falta de respeto al ritmo de la historia) en un país tan frágil como Irak provoca desavenencia, y la desavenencia en un país tan frágil como Irak es algo más que mero abstencionismo, eso ténganlo por seguro, o simple guerra de escaños: es guerra civil, pura y dura. La prisa (el paliativo que Bush usó para ganar las elecciones) provoca siempre guerras intestinas, batalla inminente de agendas propias (el ayatolá Alí al Sistani tiene la suya). Bush sabrá lavarse las manos.
El boicot no ha terminado. Ha terminado sólo para aquellos que se dejan llevar por ciertas ilusiones gestálticas como lo son el fin y el inicio. Pero coordenadas como ésas sólo existen en los cuentos de hadas –que nos cuenta por la noche George W. Bush, con su voz torpe. El no haber escuchado a los sunitas tendrá consecuencias, no para EU, por supuesto, sino para todos esos pobre hijos e hijas de Irak, cuyo único crimen es vivir en cierta y no otra parte del mundo.
(Columna publicada el 17 de febrero de 2004.)
Pasadas las emociones, chamuscados los fuegos artificiales, muerto el adrenalinazo (ponga en riesgo su vida: vote en Irak), queda, nada más, la sincera realidad, que no remunera con tanto viso. No es que no creamos en las elecciones libres. Por favor. Esos oscuros maniqueísmos, esas inmemoriales estrategias… Es que no hay que confundir enfermedad y salud. Lo burdo y lo sacro. Es que las elecciones en Irak no fueron, bajo ninguna perspectiva, libres. Se llevaron a cabo en un país reciente de guerra, y aún ocupado.
¿Qué aconteció? La prisa. El mundo entero estaba ansioso por eyacular, después de tanta pornografía bélica en los noticieros. Y la prisa (que no es otra cosa que falta de respeto al ritmo de la historia) en un país tan frágil como Irak provoca desavenencia, y la desavenencia en un país tan frágil como Irak es algo más que mero abstencionismo, eso ténganlo por seguro, o simple guerra de escaños: es guerra civil, pura y dura. La prisa (el paliativo que Bush usó para ganar las elecciones) provoca siempre guerras intestinas, batalla inminente de agendas propias (el ayatolá Alí al Sistani tiene la suya). Bush sabrá lavarse las manos.
El boicot no ha terminado. Ha terminado sólo para aquellos que se dejan llevar por ciertas ilusiones gestálticas como lo son el fin y el inicio. Pero coordenadas como ésas sólo existen en los cuentos de hadas –que nos cuenta por la noche George W. Bush, con su voz torpe. El no haber escuchado a los sunitas tendrá consecuencias, no para EU, por supuesto, sino para todos esos pobre hijos e hijas de Irak, cuyo único crimen es vivir en cierta y no otra parte del mundo.
(Columna publicada el 17 de febrero de 2004.)
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