Sección verde
Ya no había nada en la refri. Urgía ir al súper.
Así que el sábado fuimos a Paiz con la indomable Chiquita, y cabal estaba realizándose eso de “Frutos del Corazón”. Todas las ventas de frutas y verduras de ese día serían destinados a la Fundación Aldo Castañeda. La Fundación Aldo Castañeda ha hecho una notable labor para ayudar a niños con malformaciones en el corazón.
Cajas y cajas. Fruta y verduras. Parranda sin límites. Las papayas pornográficas, destapadas. Los aguacates rempujándose los poppers. Las piñas riendo escandalosamente. Los plátanos sobre el toro mecánico. Las peras levantándose la t–shirt, tipo Cancún. Las cebollas bien gamonales, una botella de whiskey tras otra. Quién más gozaba era la uva, histérica, ya en fase de poliglosia. Los rambutanes, según ellos en el estadio. Y el manzanerío, bailando reggaetón. Y los melones, charitas. Bien alegre. Las carretillas colisionaban unas con otras, de puro gozo.
Al fin logré salir de la sección orgánica, de la sección verde, o como diablos se llame, y respiré. Demasiado para mí. Me fui a la parte de los pescados, mejor. Que estaban, ellos, bien quietos, bien muertos. Salvo los que estaban vivos, los de la pecera. Pero de todas maneras, cada cierto tiempo, los sacaban de allí, los pescaban justamente, para el ajusticiamiento. En un momento, a la señora encargada de atraparlos, se le cayó uno de la red al piso. Curiosamente, lo dejó allí, en el piso, y se fue para dentro. Como que le pasaba todo el tiempo, y ya le daba hueva recoger al animal. Y yo me quedé viéndolo, al pescado, que boqueaba, quería seguir vivo, pero boqueaba…
Entonces pensé en los niños. En los niños y sus corazones deformes, también ellos boqueando...
A lo lejos el musicón de la sección orgánica, o sección verde, o como diablos se llame…
(Columna publicada el 5 de octubre de 2006.)
Así que el sábado fuimos a Paiz con la indomable Chiquita, y cabal estaba realizándose eso de “Frutos del Corazón”. Todas las ventas de frutas y verduras de ese día serían destinados a la Fundación Aldo Castañeda. La Fundación Aldo Castañeda ha hecho una notable labor para ayudar a niños con malformaciones en el corazón.
Cajas y cajas. Fruta y verduras. Parranda sin límites. Las papayas pornográficas, destapadas. Los aguacates rempujándose los poppers. Las piñas riendo escandalosamente. Los plátanos sobre el toro mecánico. Las peras levantándose la t–shirt, tipo Cancún. Las cebollas bien gamonales, una botella de whiskey tras otra. Quién más gozaba era la uva, histérica, ya en fase de poliglosia. Los rambutanes, según ellos en el estadio. Y el manzanerío, bailando reggaetón. Y los melones, charitas. Bien alegre. Las carretillas colisionaban unas con otras, de puro gozo.
Al fin logré salir de la sección orgánica, de la sección verde, o como diablos se llame, y respiré. Demasiado para mí. Me fui a la parte de los pescados, mejor. Que estaban, ellos, bien quietos, bien muertos. Salvo los que estaban vivos, los de la pecera. Pero de todas maneras, cada cierto tiempo, los sacaban de allí, los pescaban justamente, para el ajusticiamiento. En un momento, a la señora encargada de atraparlos, se le cayó uno de la red al piso. Curiosamente, lo dejó allí, en el piso, y se fue para dentro. Como que le pasaba todo el tiempo, y ya le daba hueva recoger al animal. Y yo me quedé viéndolo, al pescado, que boqueaba, quería seguir vivo, pero boqueaba…
Entonces pensé en los niños. En los niños y sus corazones deformes, también ellos boqueando...
A lo lejos el musicón de la sección orgánica, o sección verde, o como diablos se llame…
(Columna publicada el 5 de octubre de 2006.)
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