Origami
O sea que vas a la casa de un amigo, y hablás con él sobre los nudos descoloridos de la vida. Y ya de regreso a tu propia casa, manejando por la nocturna calle, te sentís ligeramente feliz: por la conversación, porque todavía hay conversaciones que salvan. Eso hasta que una señora decide obviar un semáforo en rojo y te pega un putazo que te deja viendo luces y oyendo ruidos, y el carro hecho un origami siniestro. Sin embargo aún estás feliz, porque no dejaste ni la vida ni la columna vertebral en el accidente, contra todas las probabilidades. La muchedumbre se hacina alrededor de tu vehículo (lo que queda de él) y hasta se porta solidaria. Hasta que se baja la señora de su propio vehículo (un carro grande y caro, pero sucede que no lo tiene asegurado) y la muy infeliz te acusa de haber sido vós el culpable del estropicio, de estar borracho (y vós no te has zampado un maldito trago en dos años) y para colmo de lastimar a su mamá, que venía con ella. Es preciso llamar al seguro, a un familiar, a tu abogado, lo cual no es tarea fácil porque la señora no termina la gritadera histérica, más que nada histriónica, y porque estás aturdido y apendejado del puro trancazo. Tan aturdido y apendejado que no alcanzás a poner mayor resistencia cuando el policía te sube a la patrulla. En una celda, junto a dos salvatruchas inquietantes, el tira te está amenazando porque, dice con una sonrisa despreocupada y cínica, mataste a la mamá de la señora (lo cuál no es cierto, y él sabe que no es cierto), esto mientras la señora gritona te está cambiando el parte, una simple mordida, y acaso ya te están desmantelando el carro (lo que queda de él) en el depósito. Te dan ganas de llamar a tu amigo, hay conversaciones que salvan, pero el tira te robó el celular, y vós ya no te sentís tan feliz que digamos, esos nudos descoloridos de la vida, al salir de aquí juro que me zampo un trago.
(Columna publicada el 29 de abril de 2004.)
(Columna publicada el 29 de abril de 2004.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario