'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Origami

O sea que vas a la casa de un amigo, y hablás con él sobre los nudos descoloridos de la vida. Y ya de regreso a tu propia casa, manejando por la nocturna calle, te sentís ligeramente feliz: por la conversación, porque todavía hay conversaciones que salvan. Eso hasta que una señora decide obviar un semáforo en rojo y te pega un putazo que te deja viendo luces y oyendo ruidos, y el carro hecho un origami siniestro. Sin embargo aún estás feliz, porque no dejaste ni la vida ni la columna vertebral en el accidente, contra todas las probabilidades. La muchedumbre se hacina alrededor de tu vehículo (lo que queda de él) y hasta se porta solidaria. Hasta que se baja la señora de su propio vehículo (un carro grande y caro, pero sucede que no lo tiene asegurado) y la muy infeliz te acusa de haber sido vós el culpable del estropicio, de estar borracho (y vós no te has zampado un maldito trago en dos años) y para colmo de lastimar a su mamá, que venía con ella. Es preciso llamar al seguro, a un familiar, a tu abogado, lo cual no es tarea fácil porque la señora no termina la gritadera histérica, más que nada histriónica, y porque estás aturdido y apendejado del puro trancazo. Tan aturdido y apendejado que no alcanzás a poner mayor resistencia cuando el policía te sube a la patrulla. En una celda, junto a dos salvatruchas inquietantes, el tira te está amenazando porque, dice con una sonrisa despreocupada y cínica, mataste a la mamá de la señora (lo cuál no es cierto, y él sabe que no es cierto), esto mientras la señora gritona te está cambiando el parte, una simple mordida, y acaso ya te están desmantelando el carro (lo que queda de él) en el depósito. Te dan ganas de llamar a tu amigo, hay conversaciones que salvan, pero el tira te robó el celular, y vós ya no te sentís tan feliz que digamos, esos nudos descoloridos de la vida, al salir de aquí juro que me zampo un trago.


(Columna publicada el 29 de abril de 2004.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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