'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Monólogo de Auschwitz


Tengo poco más de sesenta años, y soy olvido. Todos hablan de mí, pero nadie en verdad me conoce, nadie se detiene a escuchar, a verdaderamente escuchar el lamento sordo que inunda mis recintos, como antes lo hacía el gas. Mis crematorios están vivos: tienen nervios, huesos, salivas, recuerdos. Todo el tiempo tosiendo, vomitando sangre, como tuberculosos, mis muros están enfermos de nostalgia. Extrañan aquellos momentos de gloria: los oficiales de la SS, relucientes en su uniforme –sin una llaga, sin esas manchas silenciosas, judías–, dando órdenes y golpes. Esas mismas manchas, ahora soy quién las tiene, las mismas manchas honradas, infectas… Se me apagó la risa (cuyo nombre científico es Zyklon B). Dicen que unos judíos escaparon: yo recuerdo haberlos matado a todos, pero aseguran que unos lograron sobrevivir a mi régimen de libertad, de salud, de trascendencia: espero que ellos también, y sus hijos, y los hijos de sus hijos, estén manchados, como yo. Merecido lo tienen. Por escupir en suelo sagrado, ¡en el suelo de la Fábrica! Hasta mí llegaban los largos trenes, como calendarios. Pero ahora sólo vienen los buses de los turistas, atraídos a mí por una especie de morbo, como si yo fuese una ramera vieja. ¡Yo, antes un antiguo cuartel de la monarquía austro–hungara, tratado como una ramera decrepita! ¡Yo, que digerí a incontables cuerpos en mis entrañas de fuego! ¡Yo, que fui el súmmum mismo del mal y la destrucción! Escuché hace poco que un príncipe –pero no sé de qué imperio– se puso el antiguo uniforme… Me sentí tan feliz. Inclusive tuve… esperanza. Qué cosa rara es la esperanza. Un lamento sordo en mis alcobas deambula como un fantasma, como una oración, como un flotante alambre de púas…


(Columna publicada el 3 de febrero de 2005.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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