Mixiones (II)
Convencimiento. Para hacer las cosas no hay que estar convencido de ellas. El convencimiento crea fuerza o fatiga; si de fatiga se trata hay que renunciar entonces al convencimiento. Se crea sutilmente, sin el peso encima de una convicción. La falta de ideología es creativa. Quiero actuar –no desde el convencimiento– sino desde una suerte de inercia vital.
Miedo. Me levanto, detestado por la noche. Salgo a la terraza y allí está: el tipo, el cara–de–cosa. Me espera, me está esperando. ¿Quién lo ha mandado, qué quiere de mí? Ya desde hace unas buenas semanas estamos en esto: él, afuera, como un verdugo imprevisible; yo, adentro, en pleno trance de pánico. La primera vez que lo vi me dejó esa reacción en el vientre, esa clara, reptante incertidumbre en la garganta. Siempre aparece a la misma hora, siempre de negro.
Las cosas. Las cosas limítrofes me acechan. Están todas allí, todas tan juntas, con esa promiscuidad impugnante del ser, con esa viscosidad panteísta y carcelaria del mundo.
Amor postindustrial. Se conocieron dentro de un spot publicitario. Estaban viendo el mismo anuncio televisivo, cada cual en su casa, y, como a veces ocurre, sus almas se reunieron en la intangible dimensión de los avisos comerciales, bajo el amparo de la imagen de un producto, que es el nexo entre las almas de hoy.
(Nota: Esta columna apareció sin fecha de publicación, y con el título “Mixiones (XII)”, con la salvedad de que ya había un “Mixiones (XII)”. Puede que se trate de un error; sospecho que se trata de “Mixiones (II)” más bien. No tiene importancia.)
Miedo. Me levanto, detestado por la noche. Salgo a la terraza y allí está: el tipo, el cara–de–cosa. Me espera, me está esperando. ¿Quién lo ha mandado, qué quiere de mí? Ya desde hace unas buenas semanas estamos en esto: él, afuera, como un verdugo imprevisible; yo, adentro, en pleno trance de pánico. La primera vez que lo vi me dejó esa reacción en el vientre, esa clara, reptante incertidumbre en la garganta. Siempre aparece a la misma hora, siempre de negro.
Las cosas. Las cosas limítrofes me acechan. Están todas allí, todas tan juntas, con esa promiscuidad impugnante del ser, con esa viscosidad panteísta y carcelaria del mundo.
Amor postindustrial. Se conocieron dentro de un spot publicitario. Estaban viendo el mismo anuncio televisivo, cada cual en su casa, y, como a veces ocurre, sus almas se reunieron en la intangible dimensión de los avisos comerciales, bajo el amparo de la imagen de un producto, que es el nexo entre las almas de hoy.
(Nota: Esta columna apareció sin fecha de publicación, y con el título “Mixiones (XII)”, con la salvedad de que ya había un “Mixiones (XII)”. Puede que se trate de un error; sospecho que se trata de “Mixiones (II)” más bien. No tiene importancia.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario