'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







A mí no me agarran


La primera vez que me topé con todo este asunto de la cienciología fue por medio de una revista que encontré en mi buzón, aunque estaba rotulada con el nombre de alguien más. Le eché un vistazo. No entendí nada. Me hablaba de Niveles OT, Thétans, Engramas… Entonces, la cienciología no era el fenómeno público que es ahora.

Hace unos días, iba yo caminando por la zona 4, y bueno, me los topé: los cientólogos, vendiendo los libros de dianética, en su propio changarro. Salí huyendo de allí: a mí no me agarran.

Soy un gran amante de la ciencia–ficción. Me parece que la ciencia–ficción es nuestra fuente más importante de mitología contemporánea. Le reservo un lugar muy especial al mito: el lugar prístino en dónde la moral puede reinventarse a sí misma, y reconsensuar más allá de los dogmas, formando la danza de los arquetipos. Todas las religiones nacieron de allí (Jodorowski nos habla de “sanar el mito”). En ese sentido, me parece que la religión debe progresar más y más hacia la ciencia–ficción, hacia la libertad mítica.

Los cienciólogos están haciendo justamente lo inverso: están tomando la ciencia–ficción y convirtiéndola en religión. Están asesinando el mito. Lo peor del caso es que están retomando los peores rasgos de las religiones conocidas: culto a la personalidad, sistema de castas, lavado de cerebro y manipulación psicológica, compraventa de lo sagrado, reclusión del individuo, uniformidad, caza de brujas, hostilidad a la crítica.

¿Cómo es que la cienciología nos vende más de lo mismo? Por medio del exotismo, el neologismo, la criptocracia.

Supongo que con este artículo ya me encuentro en la lista de “personas supresivas” de los que habla la cienciología. Y a mucha honra.


(Columna publicada el 9 de marzo de 2006.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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