Ácaros
Multiplicación irracional de ácaros, danza cósmica–alérgena, Revolución Parasitaria. Habría que meter todas las alfombras del mundo (sí, las persas también) en un gran cohete aeroespacial y mandarlas lejos, muy lejos al espacio. Decapitar uno a uno a todos esos microbichos repugnantes y peludos de cuatro pares de patas que se hunden por millones en nuestra nariz. Invertir todos nuestros impuestos en crear un arma poderosa que erradique este flagelo, este Ejército Innombrable.
Yo sé que muchas personas están preocupadas por el ántrax o la gripe aviar. Niñerías. Familiaridades. Pendejadas. Tenemos una crisis más apremiante: la crisis del ácaro.
Los ácaros son animales muy inteligentes: en lugar de desarrollar la cabeza, desarrollaron las patas (¡malditos artrópodos!). Es lo que debimos de haber hecho desde un principio. Pero ya vamos por el neocórtex. Fatal.
No, los ácaros no son como nosotros: los ácaros no necesitan de Paris Hilton para sentirse medio bien, para sentirse menos muertos. A ellos les basta con un poco de caspa. Son como monjes.
Sus heces, peligrosísimas. Defecar como medio de destrucción masiva. Es evidente que son más evolucionados. Por supuesto, nosotros hemos querido copiar el proceso (después de todo, tirar una bomba contra una población civil tiene lo suyo de deposición) pero no es del todo lo mismo.
Los ácaros lo saben todo de nosotros. Están acumulando toda la información. Nos van a derrocar. Viven en nuestras casas. Están en nuestros cuerpos. Han penetrado a nuestras hijas. Hacen toser a los ancianos. Es la hecatombe de la Moqueta. El imperio de la Rinitis.
Por el bien de la humanidad, por el amor de Dios: borremos de una vez los ácaros de la faz de la tierra, antes de que sea demasiado tarde.
(Columna publicada el 16 de marzo de 2006.)
Yo sé que muchas personas están preocupadas por el ántrax o la gripe aviar. Niñerías. Familiaridades. Pendejadas. Tenemos una crisis más apremiante: la crisis del ácaro.
Los ácaros son animales muy inteligentes: en lugar de desarrollar la cabeza, desarrollaron las patas (¡malditos artrópodos!). Es lo que debimos de haber hecho desde un principio. Pero ya vamos por el neocórtex. Fatal.
No, los ácaros no son como nosotros: los ácaros no necesitan de Paris Hilton para sentirse medio bien, para sentirse menos muertos. A ellos les basta con un poco de caspa. Son como monjes.
Sus heces, peligrosísimas. Defecar como medio de destrucción masiva. Es evidente que son más evolucionados. Por supuesto, nosotros hemos querido copiar el proceso (después de todo, tirar una bomba contra una población civil tiene lo suyo de deposición) pero no es del todo lo mismo.
Los ácaros lo saben todo de nosotros. Están acumulando toda la información. Nos van a derrocar. Viven en nuestras casas. Están en nuestros cuerpos. Han penetrado a nuestras hijas. Hacen toser a los ancianos. Es la hecatombe de la Moqueta. El imperio de la Rinitis.
Por el bien de la humanidad, por el amor de Dios: borremos de una vez los ácaros de la faz de la tierra, antes de que sea demasiado tarde.
(Columna publicada el 16 de marzo de 2006.)
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