'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El perro de los fármacos


Recién acabo de ver The Constant Gardener, del brasileño Fernando Meirelles, sobre una novela de John Le Carré. Por supuesto, me dieron ganas de escribir sobre las corporaciones farmacéuticas.

Titánicas voluntades capaces de abrogar o justificar medidas gubernamentales a conveniencia, las corporaciones farmacéuticas hoy deciden –ninguna otra categoría corporativa cuenta con tanto poder– sobre la vida y la muerte de las personas. No hay política de salud en la cuál no hayan metido las manos. Guatemala no ha escapado a este tipo de prácticas deletéreas (ver rubro alimento para bebés).

Es sabido que las farmacéuticas están concentradas en desarrollar drogas especializadas para minorías que puedan pagarlas (alejándose cada vez más del vector–pandemia que empieza a cercar al mundo como un gusano). Al Tercer Mundo se acercan para incardinar tratamientos que ya en el Primer Mundo son absolutamente anacrónicos.

La experiencia reciente de la implementación de genéricos desenmascaró completamente la cara sórdida y temperamental de la estrategia farmacéutica: la cura necesita de la enfermedad para existir. O dicho otro modo: muerta la rabia, se acabó el perro. Y no sólo se protege hasta cierto punto la enfermedad, en realidad es incluso cuestión de patentarla (en el doble sentido de fomentarla y apropiarse de ella): el caso notable de los antidepresivos, que han hundido su dentellada formal mucho más allá de lo razonable.

El principal cáncer es el cáncer de las patentes. Cada vez que pienso en ello, me acuerdo de esa frase de Il Postino: “La poesía no es de quien la hace, sino de quien la necesita”. ¿Tienen estas compañías el derecho de pesar el corazón de millones de africanos enfermos, cuando ya de sí estos africanos no pesan nada?


(Columna publicada el 23 de marzo de 2006.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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