'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Los hombres del Chambelán


El viento cárdeno aviva la chispa del cigarro. Un ligero escalofrío me recorre, araña viva de cristal. Estoy solo: yo, los carros.

Cuando Raúl pronunció la palabra “fragilidad”, cuando Raúl habló de la “fragilidad del ser humano”, entonces decidí apartarme de la conversación, salir al parqueo, fumar.

La araña se desplaza con sus patas largas sobre una emoción indeterminada, una emoción que es como un terciopelo intangible, delgadísimo, agudo.

Adentro, en la sala de espera, todos esperan. Más adentro, en el cuarto, los instrumentos del cirujano aplican su paciencia, su asepsia, su intimidad. El edificio, el hospital, concreto y hierático, también él, aguarda.

Una bocanada que quiso ser aristocrática se dispersa más bien frugalmente, y yo me quedo pensando en la palabra bala, en la palabra médula, en la palabra aceptación.

Y es cuando aparecen. Diez o quince, todos vestidos con trajes antiguos, como en una visión súbita. “Somos los hombres del Chambelán”, me dice uno de ellos.

No hay manera de entender lo que está pasando. “Nos hemos enterado de la tragedia”, continúa el hombre: su rostro es blanco, brilla un poco. Agrega: “Venimos a traer un presente. Sir William desea que usted mismo se le entregue a la esposa”. Se voltea, eleva un poco la voz, se dirige a un personaje que está más allá, atrás, el último del grupo: “Sir William”. Sir William se adelanta. Con gran parsimonia, me transfiere el hatajo de hojas amarillentas. El primer hombre advierte: “Una obra inédita del maestro. Un tesoro”. Y luego, como vinieron, se retiran, se difuminan, desaparecen.

Procedo a entrar a la sala de espera, para llevarle a Mercedes, que se lo llevará a Ariel, el manuscrito inédito de William Shakespeare, que vino en esta noche fría a darle un regalo.


(Columna publicada el 16 de diciembre de 2004.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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