'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Llorando o riendo

Enfrente de una discoteca discutían dos personas. No recuerdo los argumentos exactos, pero sí recuerdo que el tono ya se había vuelto bastante agrio, y a todas luces cómico.

Uno de ellos era, significativamente, un niño bien: habladito Punto G, cejas ya instaladas en un permanente rictus de autosuficiencia, zapatos Diesel de plano, ya saben: un niño bien. Pero más que un niño bien, era el arquetipo de un niño bien, su cuadratura metafísica. Quintaesenciado. De la otra parte no recuerdo mayor rasgo, y a lo mejor ése era su mayor rasgo. Como el epígrafe de Céline en la novela de Sartre: un muchacho sin importancia colectiva, apenas un individuo. Era evidente que pertenecían, telenovelescamente, a “dos mundos distintos”.

Un grupo de viandantes se detuvo como yo a contemplar a los polemistas de la Zona Viva, pero éstos se hallaban demasiado embebidos en sangrienta lucha de poder como para percatarse de ello. Se diría que el individuo celinesco llevaba todas las de ganar; a lo mejor siglos de anonimato hereditario y de involución en el terreno de la personalidad y la relevancia social le había dado ese matiz: un punto extra de sobriedad por encima de su contrincante. El otro, el joven, en cambio, ya alcanzaba resoplando un grado respetable de congestión emocional. Gotas violentas de sudor chisgueteaban los Diesel, ensuciándolos de humanidad. Finalmente, en un arranque de conmovedora sinceridad, y tras intercambiar varios insultos progresivos con su oponente, dijo el insulto que en verdad quería decir desde un principio, y le salió del alma:

–¿Ah sí? Y usted es… usted es… usted es… ¡usted es pobre!

Lo dijo. Para el niño bien, ser pobre era un defecto moral. De más está decir que me fue corriendo de allí. Llorando o riendo, me fue corriendo de allí.


(Columna publicada el 19 de octubre de 2006.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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