'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Las palabras propias

Sí… De vez en cuando tu mente te facilita una contraseña, te da permiso de entrar a la parte más brillante de la casa. Ya saben, el paraíso: mucha luz, vírgenes sedientas, angelitos apacibles y regordetes, todo eso… Lo sé, me pasó. Mi mente me susurró algo muy breve al oído: “Mátalas. Mátalas a todas. Mata a cada una de tus influencias literarias…” Y así lo hice. Y ahora soy el escritor más asquerosamente original sobre la faz de la tierra.

No. No soy el escritor más asquerosamente original sobre la faz de la tierra. No maté a mis influencias. Fueron ellas quienes me dejaron solo. Salvajes. Fieras. Me dejaron con toda mi hediondez, con toda mi prosa.

Por lo tanto, me fui a cantar rancheras a las librerías, a beber sangre, disparé al aire. Al día siguiente, una gran resaca. Abandonado. La hoja–pantalla estaba en blanco. Había apostado y perdido todo. En bancarrota.

Me sumí en una gran depresión. Perdí años de mi vida, buscando libros fantasmas, escritores que nunca habían existido, maestros que resultaron ser unos charlatanes. Al final, terminé de mendigo, pidiendo en las calles un adjetivo, un adverbio. Mi estilo literario había sido una mentira.

Hasta que cierto día me sacudí las chinches, los sucesivos Yagos de este drama shakesperiano: resolví escribir mi maldito libro. No el que los demás querían leer, sino el que yo quería leer, y jamás había leído, porque jamás había escrito. Empecé a hacer listas de palabras propias. Poco a poco, sin prisa, por el mero placer de ir juntándolas. Luego un poema, un cuento…

Mis influencias literarias me dejaron solo porque estaban hartas de resolverme la prosa. Y tenían razón. Me facilitaron una gran lección: o se escribe en soledad, o no se escribe. Cuando tecleo, ya no hay nadie a mi espalda diciéndome qué mierdas hacer...


(Columna publicada el 6 de abril de 2006.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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