'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El Juicio Final


Se acerca la Semana Santa y es como si se acercase el Juicio Final. Me refiero al Juicio Final de Nuestras Anatomías.

O sea que se está acercando el momento en que la mirada de ese Dios implacable y celoso –con rostro de espejo– decidirá que no merecemos el cielo por causa de nuestro catálogo de gorduras, celulitis, anorexias, deformidades, y horas no gastadas sabiamente en rinoplastia, pilates, anfetaminas, bypass gástrico, tratamiento láser, lifting radical onda Nip/Tuck.

Como en todo Juicio Final que se precie de serlo, van apareciendo un poco antes los profetas apocalípticos, llamándonos al buen obrar: gimnasios, prodigiosos planes dietéticos, métodos casi sobrenaturales (y a veces sobrenaturales) contra la obesidad, nutricionistas con planta de mercenarios cazarrecompensas, en fin.

Y como en toda Teología que se precie de serlo, hay un montón de pecadores que cada año pierden el examen. Algunos lo toman con humor, pero otros empiezan a dar síntomas de locura, y en lugar de meterse a la piscina, se meten a su propia piscina de vergüenza y acomplejamiento hasta quedar visiblemente tocados de la cabeza. En la crisis de frustración, se zampan galones de helado de galleta, preferentemente de Pops, alejándose más y más de la semejanza original con el creator mundi, que como se sabe tiene 1.90, implantes, y videos suyos de carácter pornográfico circulan en la web.

Cada vez que, lamentablemente, me toca ser testigo de esa cruzada endemoniada y obsesiva del ser humano por verse bien (y a la cuál a veces no escapo) me recuerdo de la frase final de una carta de Antonin Artaud, el gran poeta de la (auténtica, y no la nuestra de pacotilla) angustia fisiológica, a Jacques Rivière: “Ya he hablado suficiente de mí y de mi obra por venir, no pido más que sentir mi cerebro”.


(Columna publicada el 30 de marzo de 2006.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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