'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Las huellas digitales


Se ha establecido una noción, con carices fóbicos, de que el crimen –más exactamente: la impunidad– es cada vez menos posible, dados los avances de la ciencia criminalística y los poderosos recursos de la omnisciencia policial.

Imaginemos un mundo en el futuro en que cualquier crimen pueda ser ligado sin excepción al hombre o mujer que lo cometió. En tal aciago día, todos los crímenes pasarán a ser desafíos, transgresiones, no de un orden moral, sino de un orden tecnológico.

Y afrentas a la asepsia, puesto que ya no será cuestión de un mundo bueno o malo, sino más bien limpio o sucio. Más adelante, ni siquiera se hablará de limpieza, sino de incontaminación, que parecen ser la misma cosa pero difieren de plano. La limpieza es la afirmación de un estado; la incontaminación, un comportamiento exactamente reactivo. El perfecto Edén será la “escena incontaminada”, que no ha sido maculada por todas esas –pensarán más adelante, y algunos ya piensan, puesto que esto que digo ya es– asquerosas y defectivas huellas digitales. Viejo maridaje entre tecnología y limpieza, reencarnado sucesivamente desde los primeros alquimistas, y proyectado hacia el futuro por medio de excelentes imaginaciones como lo son THX 1138 de George Lucas, una obra que lo salva de su obra posterior.

En un mundo así, la obediencia no tendrá ningún mérito, por lo menos en la dimensión de las virtudes. La virtud será un exceso, un capricho, como el caviar. O formará parte (otra vez: ¿forma ya?) de un culto extravagante y anacrónico. Nacerá el turismo criminal: siendo el crimen una realidad imposible para un ente del Primer Mundo, buscará realizarse en sociedades subdesarrolladas, como Guatemala, en dónde podrá llevarse a cabo sin ambages, con el pleno reconocimiento del aparato estatal, y el callado asentimiento de la población.


(Columna publicada el 16 de noviembre de 2006.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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