'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







La sangre en la arena

Con motivo de la visita del Dalai Lama, me puse a leer un resto de cosas en torno a él y el budismo. Leí, entre otras cosas, un libro sumamente aburrido llamado La sabiduría del Dalai Lama. No se lo recomiendo a nadie, pero encontré una frase, la única que en verdad me interesó, la siguiente: “En tiempos antiguos, las guerras se libraban con enfrentamientos cuerpo a cuerpo, de hombre contra hombre. El vencedor en la batalla observaba, de forma directa, la sangre y el sufrimiento del enemigo derrotado. Actualmente, es mucho más terrorífico porque un hombre puede apretar un botón desde un despacho y matar a millones de personas sin contemplar nunca la tragedia humana que ha provocado.”

Lo mismo con la pena de muerte. Podemos mandar a un hombre al patíbulo, decir en conversación de sofá o sobremesa: “Ese hombre merece que lo maten”, dar el visto bueno, lograr que el gobierno tome cartas en el asunto, y nunca enterarnos de los entresijos íntimos del deceso. De allí que la pena de muerte sea un asunto moral, abstracto, intelectual, genérico, jurídico, institucional, vagamente periodístico, pero nunca real. Todos hablamos de la pena de muerte como quién habla del último juego de Playstation. Es la familiaridad que nos proporciona la distancia respecto al hecho mismo. Hablo, por supuesto, del hecho abrumadoramente físico que supone la desintegración de un organismo vivo.

“Que vean la sangre sobre la arena”, nos dice Norman Mailer: “no se trata de que no deba existir la pena capital, pero si el estado va a matar a alguien debe convertir esto en espectáculo”.

Luego, que el público decida si conviene o no seguir aplicando la pena de muerte: “al menos una hipocresía profunda –el apartamiento de la ejecución de los ojos del público que la ha decretado– dejaría de existir”.


(Columna publicada el 7 de octubre de 2004.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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