La repartición del pan
No queda más alternativa que seguir hablando del triste caso de los salvadoreños/policías asesinados, que es ya decir el triste caso de la asesinada democracia guatemalteca.
Con pena, tristeza, vergüenza ajena (y no hay tal cosa como la vergüenza ajena: sólo existe la propia), atestigüé el triste espectáculo que dieron Vielman y Sperisen –sin argumentos, defendiendo lo indefendible, bifurcando, hablando naderías Vielman, irritándose Sperisen– en Libre Encuentro.
Entiendo que ambos presentaron su renuncia en su momento, que es lo menos que podían hacer, pero Berger no aceptó su dimisión.
¿Por qué? ¿Cómo es que ninguna cabeza ha rodado en este siniestro affaire? Y sin embargo, se hace precisa una inmolación pública de alto calibre, un acto simbólico poderoso que aplaque la ira del volcán.
Continuidad enervante del statu quo, silencio inexcusable del presidente durante demasiados días ya (nunca habló a los ciudadanos de frente).
El presidente calla, no solamente por cínico, sino porque así le han ordenado hacer, y acaso no precisamente sus asesores. ¿Quién? La cantidad de teorías es abrumadora. Algunas en verdad muy interesantes. Hay una que afirma que no se trata meramente de fuerzas oscuras en el seno de esta administración; se trata a lo mejor de otra administración, no meramente paralela: más grande. De súbito, la bisagra CICIG parece retomar importancia…
Reivindiquemos el derecho a teorizar. A mí me llamó fuertemente la atención que Sperisen haya dicho en Libre Encuentro que todos estamos sobreespeculando, que la cosa es más sencilla, y que hemos visto demasiadas películas (acusándonos en el acto de exagerados y alienados). Pero si es tan sencillo, ¿por qué entonces no lo explica?
A ver, Sperisen: ¿quién reparte el pan de la corrupción en este país?
(Columna publicada el 8 de marzo de 2007.)
Con pena, tristeza, vergüenza ajena (y no hay tal cosa como la vergüenza ajena: sólo existe la propia), atestigüé el triste espectáculo que dieron Vielman y Sperisen –sin argumentos, defendiendo lo indefendible, bifurcando, hablando naderías Vielman, irritándose Sperisen– en Libre Encuentro.
Entiendo que ambos presentaron su renuncia en su momento, que es lo menos que podían hacer, pero Berger no aceptó su dimisión.
¿Por qué? ¿Cómo es que ninguna cabeza ha rodado en este siniestro affaire? Y sin embargo, se hace precisa una inmolación pública de alto calibre, un acto simbólico poderoso que aplaque la ira del volcán.
Continuidad enervante del statu quo, silencio inexcusable del presidente durante demasiados días ya (nunca habló a los ciudadanos de frente).
El presidente calla, no solamente por cínico, sino porque así le han ordenado hacer, y acaso no precisamente sus asesores. ¿Quién? La cantidad de teorías es abrumadora. Algunas en verdad muy interesantes. Hay una que afirma que no se trata meramente de fuerzas oscuras en el seno de esta administración; se trata a lo mejor de otra administración, no meramente paralela: más grande. De súbito, la bisagra CICIG parece retomar importancia…
Reivindiquemos el derecho a teorizar. A mí me llamó fuertemente la atención que Sperisen haya dicho en Libre Encuentro que todos estamos sobreespeculando, que la cosa es más sencilla, y que hemos visto demasiadas películas (acusándonos en el acto de exagerados y alienados). Pero si es tan sencillo, ¿por qué entonces no lo explica?
A ver, Sperisen: ¿quién reparte el pan de la corrupción en este país?
(Columna publicada el 8 de marzo de 2007.)
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