'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







La obra de arte

A nadie le resulta difícil advertirlo: me estoy muriendo. Comparo la sábana de esta cama de hospital a una rosa blanca de pliegues tiernos, abnegados, que el calor de la enfermedad aplasta. Cada cierto tiempo, evacuo. Ya ni muy siquiera aviso. Ya no abro la boca. Ya no hay palabras en mí.

Antes, era diferente, por supuesto. Antes se daban cita en mí todos los vocabularios, lenguajes, glosarios y nomenclaturas: danza viva de voces. Mi vida era como una novela, uno de esos novelones de ochocientos y mil páginas, inagotable: frases y frases. La guerra y la paz. Crímen y castigo. Doktor Faustus.

Luego enfermé. Un virus, dijeron. Fue preciso tirar muchas palabras por la borda, para no hundirme. La novela enflaqueció. El corazón de las tinieblas. El túnel. El extranjero. No me sentía mal, pero no me sentía bien. Me sentía ligeramente mal.

Pasé a ser cuento. Un cuento de Maupassant. O de Poe. O de Lovecraft. Un cuento económico y escalofriante, parco y glacial.

En un momento de rebeldía o despertar (ambas cosas son lo mismo) el cuento se transformó en poema. Fue como una epifanía. Incluso pensé que estaba sanando: que un milagro había ocurrido. Byron, Santa Teresa, Aleixandre. Me rodeaba un aura intangible, y a todos decía palabras definitivas, innegociables.

Pero recaí. Me volví aforismo. Y palabra. Y sílaba. Hasta la sílaba es un fardo sin fin, para una persona tan enferma como yo. Por ello es preferible callar: observar con sabiduría lo que depreda y fagocita.

Tiemblo, en un último esfuerzo, para decir este epitafio. Las fuerzas de flaqueza no son mito o mentira. Hélas, con fuerzas de flaqueza nadie escribe una novela. Pero al menos he sellado por un segundo la boca de la muerte. Y me queda la fe íntima de que, aún siendo silencio, seguiré siendo obra de arte; una escultura, sobre una rosa manchada.


(Columna publicada el 2 de diciembre de 2004.)

No hay comentarios:

Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
Creative Commons License
Buscando a Syd by Maurice Echeverría is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 Guatemala License.