In memoriam
Hace algunas semanas o meses, un amigo escritor me comentaba sobre su deseo de hacer un libro sobre Arbenz. Soy una persona harto influenciable, y nada original. En el acto me dieron ganas de hacer un libro, a mí también, sobre Jacobo Arbenz Guzmán.
Sin embargo, el mío sería un tanto distinto al suyo. Lo tengo pensado como un libro de cuentos. Y no seré yo quién lo escriba, en realidad, sino otros autores guatemaltecos, de distintas edades y procedencias. Así por ejemplo, a uno de ellos le corresponderá relatar cierta anécdota del estudiante Arbenz en la academia militar. A otro acaso la circunstancia del triunvirato. Aquél tendrá a su cargo describir el momento bochornoso cuando lo expulsaron del país. Y alguno más podría relatar el suicidio de su hija. En fin, las posibilidades son muchas. Cuentos independientes, pero cronológicamente encuadernados en la biografía general de uno de los mandatarios más poéticamente utilizables de la historia de Guatemala. Como todos los cuentos giran alrededor de un solo personaje, puestos juntos podrían incluso parecerse a una novela.
Sé muy bien que a Arbenz es un personaje plagado de oficialismo (odio y honra oficiales lo cubren a partes iguales). Pero yo pienso: si es tan oficial el personaje elegido para esta empresa literaria, tanto más hay que ficcionarlo, imaginarlo, novelarlo, reinventarlo. El artificio será entonces la única garantía de que no estamos mintiendo.
Para cada suceso, existen por lo menos dos versiones oficiales. A cincuenta años de la contrarrevolución, por ejemplo, ¿podemos sinceramente decir que hemos profundizado en este episodio histórico, o simplemente seguimos diciendo las mismas cosas con los mismos tonos amarillos? La fantasía cortocircuita los discursos, y los libera.
(Columna publicada el 9 de junio de 2004.)
Sin embargo, el mío sería un tanto distinto al suyo. Lo tengo pensado como un libro de cuentos. Y no seré yo quién lo escriba, en realidad, sino otros autores guatemaltecos, de distintas edades y procedencias. Así por ejemplo, a uno de ellos le corresponderá relatar cierta anécdota del estudiante Arbenz en la academia militar. A otro acaso la circunstancia del triunvirato. Aquél tendrá a su cargo describir el momento bochornoso cuando lo expulsaron del país. Y alguno más podría relatar el suicidio de su hija. En fin, las posibilidades son muchas. Cuentos independientes, pero cronológicamente encuadernados en la biografía general de uno de los mandatarios más poéticamente utilizables de la historia de Guatemala. Como todos los cuentos giran alrededor de un solo personaje, puestos juntos podrían incluso parecerse a una novela.
Sé muy bien que a Arbenz es un personaje plagado de oficialismo (odio y honra oficiales lo cubren a partes iguales). Pero yo pienso: si es tan oficial el personaje elegido para esta empresa literaria, tanto más hay que ficcionarlo, imaginarlo, novelarlo, reinventarlo. El artificio será entonces la única garantía de que no estamos mintiendo.
Para cada suceso, existen por lo menos dos versiones oficiales. A cincuenta años de la contrarrevolución, por ejemplo, ¿podemos sinceramente decir que hemos profundizado en este episodio histórico, o simplemente seguimos diciendo las mismas cosas con los mismos tonos amarillos? La fantasía cortocircuita los discursos, y los libera.
(Columna publicada el 9 de junio de 2004.)
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