'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El otro Da Vinci


Fue hace un par de años en Nápoles. Creo que estaba perdido. Más por accidente que por otra cosa, fui a dar a una exhibición de los inventos de Da Vinci. Se trataba de construcciones a escala de sus lucidas, estrafalarias máquinas, que como sabemos cronificaba minuciosamente en planos prodigiosos.

En la exhibición, descubrí a dos Da Vinci. El primero ingenió auténticos despertares de la ciencia práctica. Toda esa curiosidad, esa imaginación, esa belleza (dibujos de una delicadeza infinita) orientada a la mecánica, la hidráulica, la ingeniería, la aeronáutica… Esos bocetos prefiguraron los inventos más relevantes y revolucionarios del futuro.

El otro Da Vinci fue un hombre sádico como ninguno, que utilizó su talento para extender las posibilidades de la guerra y de la muerte. En efecto, no había mucha diferencia entre lo que allí percibí y cualquier museo de la tortura. Un catálogo repugnante de catapultas, acorazados, cañones, y otras creativas miserias… Cada uno de esos estudios es una especie de umbral a la Dimensión de los Eviscerados.

El hombre es el humano hombre. Aquellos que tratan de encontrar en Da Vinci una quintaesencia de lo más alto del espíritu de la especie, se equivocan, y en el fondo merecen su ignorancia.

No menos equivocados están los otros. La otra vez escuché a un predicador hablar en la radio sobre el humanismo. Sus palabras eran patéticas, peligrosas, sumamente oscuras. Me pregunto: ¿qué pasaría si las máquinas de guerra de Da Vinci llegasen a las manos de este predicador demente?

Salí del museo, medio pasmado. Caminé por la calles de Nápoles. Sin saber cómo llegué al puerto en sí. Me senté, frente a los barcos majestuosos y oxidados. Hasta me dieron ganas de pintarlos.


(Columna publicada el 1 de junio de 2006.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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