Espiritismo
No despierten a los columnistas muertos si no van a pagar las consecuencias.
Entidades ectoplásmicas vendrán desde los abismos generacionales a rascarles compulsivamente el colon, o bien sembrarán punzantes pensamientos en sus cerebros frágiles... Estas criaturas botan los libros de las estanterías, mean en las esquinas del cuarto, prenden la tele a las cuatro de la mañana, silban sin parar. Para tanta actividad paranormal es preciso pergeñarse… Queden advertidos...
Toda relectura de los poetas interfectos es, a su modo, una sesión de espiritismo. Estuve leyendo a Manuel José Arce estos días –sus columnas sobre todo– y al invocar así al núbil escritor de los exilios, al colega espiritual de la otra década, hubo tanta energía generacional, que fue como si se hubiera abierto una puerta a los setenta, y se vino todo.
Se vino lo bueno, claro, las apariciones luminosas: el humor de Arce, su vitalismo, su formidable talento, su amor a la patria, su amistad.
Pero también se vinieron los demonios: la frustración, el exilio, el cáncer.
Cuidado, entonces.
Con Romeo Lucas, ni digamos. Si ya invocar el espíritu de un poeta es delicado, qué decir del espíritu de un hombre tan oscuro, tan oscuro, como Lucas.
La muerte biológica de Lucas lo despertó de su muerte histórica. Hasta hace sólo unas semanas, no era más que un quiste callado en el gran olvido omnífico. Pero las páginas necrológicas lo han remozado. Y ahora todos quieren defenderlo, o escupirle. No despierten a los dictadores muertos si no van a pagar las consecuencias. No saben... Poltergeists mutilados volando por el comedor, gritos de desaparecidos, fantasmas de niños hambrientos con gusanos en la boca, plomazos toda la noche, sangre como nunca… ¿Están listos para revivir a los muertos? ¿Eh?
(Columna publicada el 8 de junio de 2006.)
Entidades ectoplásmicas vendrán desde los abismos generacionales a rascarles compulsivamente el colon, o bien sembrarán punzantes pensamientos en sus cerebros frágiles... Estas criaturas botan los libros de las estanterías, mean en las esquinas del cuarto, prenden la tele a las cuatro de la mañana, silban sin parar. Para tanta actividad paranormal es preciso pergeñarse… Queden advertidos...
Toda relectura de los poetas interfectos es, a su modo, una sesión de espiritismo. Estuve leyendo a Manuel José Arce estos días –sus columnas sobre todo– y al invocar así al núbil escritor de los exilios, al colega espiritual de la otra década, hubo tanta energía generacional, que fue como si se hubiera abierto una puerta a los setenta, y se vino todo.
Se vino lo bueno, claro, las apariciones luminosas: el humor de Arce, su vitalismo, su formidable talento, su amor a la patria, su amistad.
Pero también se vinieron los demonios: la frustración, el exilio, el cáncer.
Cuidado, entonces.
Con Romeo Lucas, ni digamos. Si ya invocar el espíritu de un poeta es delicado, qué decir del espíritu de un hombre tan oscuro, tan oscuro, como Lucas.
La muerte biológica de Lucas lo despertó de su muerte histórica. Hasta hace sólo unas semanas, no era más que un quiste callado en el gran olvido omnífico. Pero las páginas necrológicas lo han remozado. Y ahora todos quieren defenderlo, o escupirle. No despierten a los dictadores muertos si no van a pagar las consecuencias. No saben... Poltergeists mutilados volando por el comedor, gritos de desaparecidos, fantasmas de niños hambrientos con gusanos en la boca, plomazos toda la noche, sangre como nunca… ¿Están listos para revivir a los muertos? ¿Eh?
(Columna publicada el 8 de junio de 2006.)
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