'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







El interior


Se habla del “interior” para designar todo aquello que no es la ciudad. “Hoy me fui al interior”, así dice la gente comúnmente. Una expresión como ésa me resulta por mucho extravagante.

Es que para mí el interior es básicamente el exterior, y la provincia un mundo aparte y periférico. Esta psicología (o soberbia) urbana ha sido la mía desde siempre. Entonces, cada vez que alguien dice “vengo del interior” me cortocircuitan escandalosamente el esquema. ¿Se puede estar más adentro que en la capital, acaso?

Al lado de un pueblo hay otro pueblo, al lado de un árbol hay otro árbol. Pero al lado de la ciudad de Guatemala no hay otra ciudad de Guatemala. Imposible encontrar un sentido de adyacencia, de continuidad, de comunicación. Estamos encerrados. Estamos encerrados en el interior. Y justamente: lo aterrador es que no hay más interior que eso, no hay a dónde ir. A menos que optemos por implosiones artificiales, como la droga, pero la droga desemboca a la larga en nada o locura. También está la religión: en los templos, iglesias, grupos de autoayuda (y etcétera) las personas (ya de si congregadas por el mero hecho de vivir en una ciudad) se sobrecongregan, se congregan dos veces, lo cuál les da un sentido ilusorio de profundidad.

La migración malsana y centralizante de las comunidades rurales a la capital no ayuda en nada a clarificar las cosas.

La capital es un vientre que produce cada vez más materia, más asfixia. Nos acercamos peligrosamente los unos a los otros. La respuesta es la violencia y el ritual urbano de la sangre. A través del crimen exteriorizamos lo que no podemos exteriorizar urbanísticamente (no hay parques, diseños de ocio, evasiones). Mientras siga en pie esa muralla paranoide que separa a la ciudad de lo rural, nos vamos a seguir matando entre nosotros.


(Columna publicada el 5 de agosto de 2004.)

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Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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