Bush y los chinos
El hombre es el único animal que se tropieza dos veces con Bush. Más guerra, a no dudar.
Guerra es un decir. Si hemos de dar crédito a los preceptos enunciados en El arte de la guerra de Sun Tzu (por mi parte le tengo mucha fe a ese librillo excelente), entonces podemos asegurar sin riesgo que Bush Bob Esponja es un inepto en sabiduría bélica, y que su guerra (ya ni siquiera de los ciudadanos estadounidenses, aunque algunos ciudadanos estadounidenses así lo crean) es un ejemplo de cómo nunca se debe pelear, mamotreto histórico sólo comparable al fiasco indigesto de Vietnam.
Sin embargo, el espectáculo le valió a Bush, por lo menos, la reelección. ¿Hubiesen reelegido a Bush sin Irak? Mil veces no.
La pregunta es: ¿qué puede hacer Bush Bob Esponja contra Sun Tzu Altísimo y Respetadísimo Misionero de las Artes Marciales? Los militares chinos miran cómo sus rivales estadounidenses se gastan ellos solitos, se despilfarran, se embotan, y tal cuál decadentes romanos, se empachan de poder, plusvalía y obesidad, y practican la idolatría noticiosa, adorando becerros de oro en sus gigantes pantallas de plasma. Los chinos están ganando la batalla sin mover un dedo. Los guerreros victoriosos vencen primero y después van a la guerra –nos dice la sapiencia.
Para mientras –en una probeta descomunal llamada China– Tao y Mao y Malthus y Einstein y Hong Kong y el famoso “un país, dos sistemas” se han dado cita, mezcla histórica explosiva, ineluctable. Es una mezcla que se está fermentado mientras se habla alegremente de “las cooperaciones sino–estadounidenses”, ilustradas por demás por un muy poco reconfortante artículo de Qian Qichen aparecido en el China Daily, previo a la reelección de la Esponja (que absorbe sangre y más sangre). Naturalmente, después todos en Pekín se lavaron las manos, pero…
(Columna publicada el 11 de noviembre de 2003.)
Guerra es un decir. Si hemos de dar crédito a los preceptos enunciados en El arte de la guerra de Sun Tzu (por mi parte le tengo mucha fe a ese librillo excelente), entonces podemos asegurar sin riesgo que Bush Bob Esponja es un inepto en sabiduría bélica, y que su guerra (ya ni siquiera de los ciudadanos estadounidenses, aunque algunos ciudadanos estadounidenses así lo crean) es un ejemplo de cómo nunca se debe pelear, mamotreto histórico sólo comparable al fiasco indigesto de Vietnam.
Sin embargo, el espectáculo le valió a Bush, por lo menos, la reelección. ¿Hubiesen reelegido a Bush sin Irak? Mil veces no.
La pregunta es: ¿qué puede hacer Bush Bob Esponja contra Sun Tzu Altísimo y Respetadísimo Misionero de las Artes Marciales? Los militares chinos miran cómo sus rivales estadounidenses se gastan ellos solitos, se despilfarran, se embotan, y tal cuál decadentes romanos, se empachan de poder, plusvalía y obesidad, y practican la idolatría noticiosa, adorando becerros de oro en sus gigantes pantallas de plasma. Los chinos están ganando la batalla sin mover un dedo. Los guerreros victoriosos vencen primero y después van a la guerra –nos dice la sapiencia.
Para mientras –en una probeta descomunal llamada China– Tao y Mao y Malthus y Einstein y Hong Kong y el famoso “un país, dos sistemas” se han dado cita, mezcla histórica explosiva, ineluctable. Es una mezcla que se está fermentado mientras se habla alegremente de “las cooperaciones sino–estadounidenses”, ilustradas por demás por un muy poco reconfortante artículo de Qian Qichen aparecido en el China Daily, previo a la reelección de la Esponja (que absorbe sangre y más sangre). Naturalmente, después todos en Pekín se lavaron las manos, pero…
(Columna publicada el 11 de noviembre de 2003.)
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