'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Viento y moda

En la religión (o en la moral, en el altruismo, en todo movimiento que reposa en la fe) no existe el absurdo: existe el mal, o el deseo, o la trasgresión, o la indiferencia, pero no el absurdo, porque desde el momento en que la religión acepta el absurdo, cesa de ser religión. En la ciencia tampoco existe el absurdo, o existe solamente como antesala a un orden probable, en todo caso deseable. La unidad científica es incompleta por naturaleza, y basa todo su propósito en su carencia de absoluto, pero se da por sentado que ese absoluto –íntima ilusión científica– existe allá afuera, como una realidad aprehensible, y traducible a leyes. Son leyes que aún están por descubrir, lo cual equivale a decir que la ciencia es optimista.

¿Se puede hablar de una unidad cultural que lo postule y adhiera todo: religión, ciencia, arte y demás? Desde luego, pero ello no quiere decir nada. La unidad cultural no es sino un cuerpo de contradicciones. Está allí apenas como la materia: cercana a veces, a veces impersonal. Un conjunto, un repertorio, un hábil muestrario, de importancia extrema, cómo negarlo, pero bajo ninguna suerte maleable: podemos reorganizar un río, incluso un lago, difícilmente el mar. La cultura sólo es plausible en términos de vida, no de obra. Nadie en sus cabales pretenderá utilizar el espasmo entero de la civilización para sublimarse, sin sentirse de antemano excedido, trepanado y traspasado. Aquel que pretenda dominar la cultura, o pretenda solamente entenderla, hará de sí mismo un desquiciado. La cultura no sirve ni como orden ni como absurdo, o es un absurdo inoperante. A menos, por supuesto, que yo decida engañarme, y tomar un exclusivo ángulo de la cultura, lo cuál es distinto. Por ejemplo, puedo hacer una filosofía de la cultura, pero será para siempre eso y nada más: filosofía, otra forma de legislar la realidad, viento, moda.


(Columna publicada el 6 de noviembre de 2003.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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