'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Mixiones (VIII)

El raptus. A estas alturas, ¿dónde obtendremos la premura, el atisbo, la fascinación? ¿Y cómo reunir los jirones, y rehacer la estatua? La emoción exige su propia tecnología. Una tecnología que es preciso inventar cada día, como todas las tecnologías. Antes, yo era un ser lactante, para escribir diez páginas me bastaba observar una hormiga. Ahora nos damos cuenta que una hormiga es sólo eso: una hormiga: hemos descubierto la malevolencia del mundo: el mundo es plano y superficial. Urge que nos volvamos entes en ese caso tecnológicos.

Tienda de conveniencia. D camina unas cuadras. Entra a la tienda, contigua y luminosa, luminosa en comparación con la calle oscura, aunque igual de vacía. Los productos se abroquelan detrás de otros productos. No hay nadie. O sí: hay un cuerpo detrás del mostrador. Pero D no puede verlo.

El cuerpo. Tener un cuerpo significa sentirse reprochado. Y es el mayor reproche de todos. Nuestra moral, la moral, no es sino un vago fantasma de este reproche prístino y espontáneo. El cuerpo es el límite del sentido; del otro lado del cuerpo –que es decir en el cuerpo mismo– está lo irracional. Y por eso es que somos más humanos en tanto que somos físicos, experiencia por lo demás exclusiva del ser humano. Pues el cuerpo es la conciencia del cuerpo, la íntima conciencia, la gramática estrecha que vivimos a diario en cada poro. Terciopelo y crisis, pan y fiebre. Al final, le debemos cuentas sólo al cuerpo.

El genio. Confío en que los hombres grandes, los hombres que se levantan por encima de los espejos, podrán en todo momento, en cualquier incontable minuto, prestarme su nerviosa predilección por lo breve y lo vasto, y yo pueda entonces entender. De esa confianza está hecha mi propia inteligencia.

Homicida. De lo inorgánico nace mi ser, de lo muerto asciendo, de mi asesino emerjo.


(Columna publicada el 11 de diciembre de 2003.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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