'Buscando a Syd'... El reto ha sido buscar lo poético en lo profano y lo eterno en lo breve, siendo lo breve una columna medio extraviada en la penúltima, y quien llega a la penúltima, ya se sabe, llega allí con las manos sucias, luego de haber manoseado el diario entero, neurótico de actualidad y maldiciendo. El escritor de penúltimas sabe que una vez cerrado el periódico, jamás será abierto de nuevo, y por eso se juega el todo por el todo. Sirva, pues, cada uno de estos textos como prefacio al olvido… Es lo que soy... Un escritor de relámpagos… Maurice Echeverría







Mixiones (X)

Saint-Exupéry. He ido a ver el cuerpo de Saint-Exupéry, en exhibición. Por las calles del centro hasta llegar al Palacio de la Cultura. Y en verdad que parecía santo, el escritor.

Saint-Exupéry fosforece en su sala. Pasan los niños comiendo algodón. Alguno lo toca, y precisa:

–Está caliente.

–Shh, no toque –le dice la mamá.

Después de pagar cinco quetzales, he pasado por los fríos corredores del Palacio de la Cultura, un Palacio de la Cultura que ha pobremente intentado sanar su imagen de monumento de sangre. En este lugar se han fraguado conspiraciones, aquí hombres han diseñado el odio. Un odio silencioso, un odio de cúpulas de poder. En salas reconcentradas, con argumentos letales, sucesiones de militares han concebido la muerte. Sustituir una alegoría tan cruel –alegoría del poder y la asolación– por otra ya optimista y recibidora es sin duda una tarea de intelectuales, no de meros funcionarios. Los muros todavía callan.

A Saint-Exupéry le debe estar haciendo daño su permanencia en este lugar, pues según me cuenta la señora que cobra a la entrada, el cuerpo ya no está como estaba.

–Lo hubiera visto cuando entró, allí sí estaba galán. Lueguito se empezó a descomponer...

Con todo, el cuerpo me ha sorprendido. Me gustaría robármelo, y tenerlo en casa. Algunas señoras gordas y populares han venido, y pensando que era santo en serio, le han puesto candelas y ofrendas. Me inclino, le beso la mano. Y después le escupo, en violento
desacato.

Un verdadero homenaje.

Ocupado. Tengo tanto por hacer aún, millones de proyectos que me asedian y fabriles exigen mi atención, vociferan como en una sesión plenaria. Tengo miedo de morir, pues morir es quedarse truncado, es no hacer más cosas, es dejar de crear. Cada hombre tiene derecho a un capricho –ni uno más ni uno menos. Éste es el mío.


(Columna publicada el 25 de diciembre de 2003.)

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Mi foto
Maurice Echeverría (1976) nació en la ciudad de Guatemala. Ha publicado el libro de cuentos "Sala de espera" (Magna Terra, Guatemala, 2001) y "Por lo menos" (Santillana, Punto de Lectura, Guatemala, 2013). Los libros de poesía "Encierro y divagación en tres espacios y un anexo" (Editorial X, 2001) y "Los falsos millonarios" (Catafixia, 2010). Ha publicado la nouvelle "Labios" (Magna Terra, Guatemala, 2003), así como la novela "Diccionario Esotérico" (Norma, Guatemala, 2006). Maurice Echeverría ha colaborado en medios locales como Siglo XXI, El Periódico o Plaza Pública. Algunos de sus textos periodísticos son encontrables en el blog "Las páginas vulgares" (http://www.laspaginasvulgares.blogspot.com/). Como columnista, trabajó activamente para el diario El Quetzalteco, por medio de su columna "La Cueva" (reseñas de cine) y su columna editorial "Los Tarados". Desde el 2002 mantiene su columna "Buscando a Syd", en el diario El Periódico.
 
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