De común acuerdo
De común acuerdo.– Dos banderas, dos pandillas, dos córneas contrarias, dos procesiones o mares oponiéndose, dos dioses odiándose de común acuerdo.
Casas.– Casas altas como jirafas. Casas con olor a membrillo. Casas primitivas. Casas inteligentes. Casas vencidas. Casas desordenadas. Casas con polvo. Casas–almacenes. Casas que el mar anegó. Casas anónimas. Casas como himnos. Vacías casas. Casas donde habita la nada. Casas que los niños apedrean, por las tardes. Casas como bronce muerto. Casas históricas. Las hay serias y respetables. Casas de emigrantes. Casas grandes, como el orbe. Casas peludas. Casas que madrugan. Casas durmientes. Casas húmedas. Rabiosas casas. Casas hambrientas. Casas vulnerables. Casas con fauces. Casas negrísimas. Casas sin aire. Casas embrujadas. Casas de misteriosos arcones. Casas con escasa suerte. Casas quemadas. Casas heridas. Casas de pájaros. Casas con lluvia. Casas sin jardín. Casas distantes. Casas raras, que ninguno comprende. Casas para ciegos. Casas que ansían ser mansiones. Casas sin principio y sin final. Casas aladas. Casas de fábula. Casas que sueñan con ser más que casas. Casas sin agua. Casas que han visto mejores días. Casas con eco. Casas donde tejen. Casas donde oran. Casas legas. Casas en donde se hacen fabulosas orgías. Casas donde venden droga. Casas guardando secretos. Casas que confabulan. Casas que cantan.
Los repugnantes.– Somos los repugnantes. Vivimos en las verbenas de lo inmundo. Por voluntad no nos bañamos. Nuestro atributo esencial es la suciedad. Hasta nuestros ojos apestan. Nuestro olor es indeleble. Se diría que no hay ninguna filosofía en ello. Pero, de hecho, la hay. ¿Vamos a negar que toda sociedad aseada es diabólica? Odiamos a quienes se bañan pues pretenden ser limpios. Y unos pretenden ser más limpios que otros. Nosotros no creemos en los mandatos y estamentos de lo puro. En nuestra comunidad no existen las diferencias. Aquí se desvanecen los prejuicios sociales, las guerras, los campos de concentración. Hemos visto a Dios en la basura. Florecemos en el asco.
Los pequeños seres.– Pequeños seres viven en ti. Tú eres su imperio, su festín. Mientras tú te quejas, ellos te comen, comen tus intestinos blandos, te dejan cóncavo. No pierdas el tiempo hablando del sentido de la vida. El sentido de la vida es suministrar recursos a los pequeños seres.
Canta la muerte.– Es la muerte, la feral, estación sin espejo, glifo ilegible, infalible luna. Canta la muerte, y las cosas, en los escaparates, se pudren, los tigres se acuestan de Lado, las páginas se deshacen en ecos de fuego. La muerte borra los pasos que vendrán, los transforma en irrecuperables abismos, perfectos de nada y de ninguno. Todos desean copiarla, a ella, que nunca copia, siendo cada obra suya inaudita, sola, singular. Pero además la muerte que ellos dan es siempre la muerte que ella es, pues nada mata sin la muerte y la muerte es al final la que siempre decide.
(Buscando a Syd publicada el 20 de septiembre de 2018 en El Periódico.)
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