Luna
Algo que no sangra.– En un callejón, ahí intentaron liquidarlo. Por supuesto, no tenían idea quién era. O mejor dicho, qué era. ¿Y qué era, exactamente? No un ser humano, de cierto, sino algo más fundamental, algo que no sangra. Algo libre.
Por fin, tu asesino.– Por fin, tu asesino. No como un sueño, sino en carne y hueso. No mañana, sino ahora. No con su costumbre de muchos rostros posibles, sino con su rostro verdadero, fijo, actual, sin variaciones; su incluso agradable rostro. Tu asesino, el que tanto esperabas, ha florecido del mar de las horas, para cumplir su quemante promesa.Y ahora tienes que decir adiós a tu sentimiento de imaginarlo, de imaginar pues a tu asesino.
El detective.– ¿Qué quieres que te diga? ¡Todos mis clientes me detestan y sin embargo me siguen buscando! Y me siguen buscando (me detestan) porque encuentro lo que buscan. Incontables casos intrincados que me han encomendado, y que he resuelto por lo sucio o lo metódico. Unos casos más vacilantes que otros, es verdad, pero todos al final aclarados, con mi magia de muchos ángulos. ¿Por qué entonces mis clientes no quedan totalmente satisfechos conmigo? Algunos dirán que es debido a que bebo demasiado, en ciertas noches heridoras, provocando caos a mi alrededor. Pero no es eso. Lo que ocurre es que en el proceso de ayudarles, descubro sus intimidades, sus asquerosos e indefendibles secretos. Sobre todo, les irrita el hecho que no puedan controlarme, domesticarme, con su dinero. En efecto, a mí su dinero poco me importa. Lo que me importa más bien es el olor de la sangre, la excitación de un crimen en la parte oriental de la ciudad grotesca, tremenda urbe sin jardín. En este sueño de penumbras hay muchos cadáveres qué explicar, y muchos tipos a quienes partirle la cara. Cosas que demandan cierto estilo. Resulta que a mí ese estilo no me falta.
Luna.– La luna es un espejo que nos hace ser más que lo que somos. Mi consejo es que la veas, siempre un poquito, cada noche. Tampoco mucho, porque entonces el efecto será contrario: querrás tomar alguna cicuta, o colgarte en una calleja parisina. No te asustes; no es para que huyas de ella que te lo estoy diciendo. Es cierto que en su luz han corrido maldiciones y amarguras. Pero también es verdad que los pescadores cantaron al verla, en agosto.
El testigo.– Puede ser que estuviera texteando una furia a su novia.Y que ese descuido lo llevara a la procelosa pendiente. O puede ser que él mismo se arrojara al desastre enrojecido. Lo cierto es que ahora el auto ha quedado triturado, allá abajo. Y que adentro hay un cadáver, resumido a una posición extraña. Y algo, algo que solía estar donde estaba el cuerpo, lo está contemplando.
Gentrificación.– No los copies; no cedas a la maldición de imitar sus ideas, sus trayectos, sus modos de conversar. No operes igual que ellos. Parecen de veras dignos, y además tan agradables, con su estilo y su dinero. ¿Es que no te das cuenta? Ellos lo arruinaron todo.
Se te pasó la fecha.– Mírala nomás: tu vida. Nunca acechaste. No pusiste atención. Y ahora es muy tarde. Ya no podrás subsanar. Eres como una isla que no se abriera al mar. ¿Qué hiciste, sino comprar cristales baratos? Se te pasó la fecha.
(Buscando a Syd publicada el 29 de agosto de 2018 en El Periódico.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario