Vudú
Contraespionaje.– Estamos espiando a nuestros vecinos, los espías. Para mientras, ellos nos están espiando a nosotros. A veces nos juntamos para espiar a los de enfrente.
Skyline.– Me asomo a la ventana.Ahí está el skyline, tan emocionante, tan artístico. El skyline,que hemos visto un millón de veces, en aéreas tomas.No hay nada de purulento en este momento, salvo el hecho que estamos cayendo,que el avión está y seguirá cayendo.Me pregunto qué configuraciónadoptará cuando colisione,y cómo afectará nuestras formashumanas.
Pelea.– Nuevamente, el vecino de abajo le está pegando a su esposa. Son golpes poderosos, telúricos, seguidos de gritos vencidos. Objetos masivos caen, se quiebran, en la contienda sulfurada. Si no estuviera tan bueno el partido, llamaría a la policía.
Tarde.– Ya es como tarde. Todo se está quemando. Las selvas se están quemando. Las manos se deshacen en el fuego, tratando desesperadamentede salvar algo. Nada salvarán. Para mientras, alguien entra a una tienda de conveniencia, compra unos Doritos.
Vudú.– La vieja invoca la vieja deidadoscura, pues oscura es, la vieja. ¡Venga desdicha, venga muerte! Dice. Poniendo los alfileresen las coordenadas atroces.Del otro lado del pueblo,alguien muere, en medio de muy sórdidos dolores. Es la voluntad de Dios, dicen los supersticiosos,explican los ignorantes.
Loca, muerto.– Pudimos estar juntos, pero ahora estás locay yo muerto. Pudimos asistirnosen la noche,pero ahora estoy tieso, sin tu beso y tu homilía, y vos seguís corriendo, en un camino de pastillas,tan inmóvil y tan sentada. He aquí el disparo en mi cráneo convexo, he ahí el vacíoen el tugurio de tu rostro.Hicieron mal en separarnos.
Te tardaste demasiado.– Te tardaste demasiado.El crematorio ya quemó el cuerpo. La violada ya fue violada. Los rehenes ya fueron decapitados.El puñal ya está metido. Crucé la esquina.
Mi hija está enferma.– Mi dulce, dulce niña. Tu vientre es un agosto de gusanos. Creíamos que era nada al principio,pero resultó ser lo peor, lo más profano. Fuimos a todos los consultorios, imploramos a todos los médicos. Uno de ellos nos dio el horrible diagnóstico. Mi dulce, dulce niña. ¿Cómo no odiar al Señor?Allí donde pongo la mirada, ahí está, entero, su Olvido. El único regalo que nos daes un nuevo examen, cada día,una nueva sonda, otra clínica. Tal es su portento. No otro su milagro. Mi dulce, dulce niña: el solo milagro eres tú.
La doncella se explica.– Fue en la noche de los coribantes. En la noche lateral de las máscaras. En la noche de los cínicos impíos.Ya habíamos perdido todo decoro y recitábamos sonetos impúdicos. Nos friccionábamos mutuamente.Un sucio ser y menudo y traviesoapareció, yo diría de ningún lado,y me cantó una canción de cuna. Luego metió lo suyo en mi embocadura y acto seguido me dejó gestante.
(Buscando a Syd publicada el 24 de mayo de 2018 en El Periódico.)
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